Capítulo XXIX

310 39 3
                                    

Las piedras de aquella fosa oscura goteaban sin detenerse, las veinticuatro horas del día, a un compás que en cierto momento se hacía insoportable. Era difícil determinar cuándo acaecía el día y cuándo la penumbra se había extendido por el resto del continente. En general, las ovaciones y gritos daban cuenta de ello, o también, cuando los gladiadores estaban de suerte, los guardias dejaban abierta una rendija en el techo y un ínfimo rayo de luz solar ingresaba a dar algo de calor a sus vidas de martirio.

Kara ya no llevaba cuenta del tiempo que había estado allí. Vivía un día a día conflictuado, y tenía que agradecer el encierro, porque cuando la hacían salir a la arena, sus manos siempre acababan manchadas de sangre.

Ella era la campeona de Neriza. Vaya ironía. No existía un veneno más amargo para su alma atormentada que tener que matar en nombre de la destructora de su hogar, de la esclavizadora del universo, de la asesina de su esposa...

Llevaba un año entero tras las rejas cuando construyeron el coliseo y organizaron los combates. En un principio se había resistido, limitándose a defenderse contra los campeones de otros mundos. Nunca la emparejaban con Diana, o con Clark, o con J'onn ni ningún otro integrante de la liga, pero sí que los utilizaban para obligarla a terminar el trabajo. De otra forma, habría preferido morir antes que arrebatar una vida. Pero cuando se trataba de la seguridad de sus amigos y de su familia, no había escapatoria.

Cada vez estaba más convencida de que su humanidad se iba apagando. Últimamente ya ni siquiera le importaba la forma en la que asesinaba. Antes se preocupaba por sus víctimas; trataba de que fuese rápido e indoloro. Ahora solo lo hacía, no importaba la forma.

Lo peor de todo, sin lugar a dudas, no era ese nuevo estado de indiferencia, sino la satisfacción que veía dibujada en el semblante de Neriza cada vez que su campeona triunfaba. ¡Cómo le habría gustado borrarle ese gesto a la fuerza! Atravesarla con una de las espadas que les brindaban para el combate, deshacerla a puñetazos, ahogarla con sus manos... Durante los ratos de soledad, su imaginación volaba, maquinando toda clase de planes maquiavélicos en ese respecto. Eso era lo único, hasta entonces, que la mantenía cuerda.

Eso y la posibilidad de que su hija siguiese con vida. Los agujeros negros actuaban misteriosamente; Lyla podría haber ido a parar a otra dimensión o a un futuro o un pasado lejano. Como fuere, confiaba en que haría lo posible por volver. La conocía lo suficientemente bien como para saber que no los abandonaría, por eso no se había dejado morir.

Un chasquido en las rejas le hizo saber que ya venían por ella. Uno de los guardias se introdujo en la cueva a paso apurado y le lanzó su armadura y su espada. Kara se vistió con parsimonia, como si tuviese todo el tiempo del mundo. Las ovaciones ya se oían afuera. Se preguntó a quién tendría que sacrificar ese día, si sería conocido o no, y cuánto tiempo tendría que durar el espectáculo.

Como el brazalete en su muñeca rebajaba sus poderes a la mitad de su potencia, en múltiples ocasiones, con golpes demasiado fuertes, resultó herida. Su piel ya estaba atestada de cicatrices blancas, algunas más marcadas que otras. Kara no estaba acostumbrada a ellas; nunca había conservado el más mínimo rasguño, y ahora parecía como si hubiese pasado toda una vida en la arena.

Caminó a través del estrecho pasillo custodiada por dos gigantescos alienígenas que rendían culto a la diosa de la muerte. Era asombrosa la cantidad de seres que estaban del lado de Neriza no solo por temor, sino porque realmente la adoraban. Constituían una nueva cultura, una unión intergaláctica. Varios de ellos conocían a la fuerza superior antes de su arribo y la esperaron durante siglos, otros cayeron bajo el ensimismamiento que causaba su enorme poder. Por primera vez, toda la galaxia se unía a favor de un solo mandato. Lo lamentable consistía en la forma en la que había ocurrido y quién ocupaba ese trono.

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora