Segunda parte

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La paz tiene muchos disfraces; 

tantos, que quizás jamás sepamos 

cuál es el verdadero.

A dos años de la derrota de Neriza, en el Unitarium, por primera vez en mucho tiempo, las cosas estaban en su lugar o en uno aún mejor. Los daños habían sido incalculables, pero el ejército de regentes olvidados y héroes perdidos hizo lo posible por restituir cada planeta como mejor les fue posible. 

El Clan se localizó en Eratris y allí empezó de cero. Algunos meses después de instalarse, ya habían levantado la primera ciudad, Erata, donde planeaban recibir a habitantes de todo el Unitarium que necesitasen refugio luego de haber sido expulsados de sus hogares por la fuerza superior. 

Lyla se negó a reinar sobre los humanos, y tampoco ocupó su lugar como gema. A decir verdad, hacía meses que nadie la veía en ninguna parte. Su destino era un misterio, pero había pocos que se preocupasen por lo peor; la joven, con su dolor y con todo, era el ser más poderoso del Unitarium, apenas alcanzada por su madre Lena. 

Lo único que tenía a sus seres queridos, no menos que a los custodios del templo de las gemas, consternados, era que había dejado a Inaldor y a Anilah atrás. Se extrajo las gemas de las muñecas y partió en plena soledad, rechazando todo cuanto le correspondía. Esa actitud rebasaba los límites de lo esperable. Todos sabían que había sufrido lo indecible; Lena, por sobre todo, recordaba vívidamente cómo escapó del resto cuando creyó que el Abrasador había matado a Kara. Rusia ya no existía, pero de seguro Lyla habría encontrado un lugar que le hiciera justicia para sanar su corazón destrozado. 

Más allá de la tristeza de no poder saber nada acerca del destino de su hija, Lena y Kara habían avanzado mucho desde que recuperaron su libertad y armonía. El volver a encontrarse, el saberse juntas y restaurar lo que alguna vez fue su cariño incondicional, las llenaba de plenitud. En tres meses de relativa tranquilidad, de amanecer y anochecer juntas, hablar durante horas y caminar por las extensas playas y bosques de Eratris, su puente se había restaurado, ahora más fuerte que nunca. Vivían en un palacio a las afueras de Erata, donde también las acompañaban los líderes más reconocidos de la Liga de la Justicia. 

Ninguno quiso gobernar. Estaban de acuerdo con que el poder que cualquiera de ellos ostentaba daría mala espina a los ciudadanos de Erata; no podían tomar las riendas del planeta siendo superiores en fuerza y habilidad. Era más recomendable que se postulara un humano promedio con quien los demás pudiesen identificarse. 

De esa manera, Cat Grant pasó a ser la gobernanta de Eratris, y todos cuantos la conocían personalmente sabían que no existía nadie capaz de dirigir mejor que ella un imperio construido desde las cenizas. 

La gestión de Cat, con Alex y Amelia como vice-gobernantas, conllevó varios avances importantes desde el inicio. Basándose en los sistemas de gobierno de la Tierra- y también de algunos planetas que habían visitado para brindar sus respetos a los otros regentes durante su primer año con el título-, formó varias cámaras de ciudadanos compuestas por un miembro de cada sub-clan de Erata que tomaban decisiones y consultaban con ella para proponer cambios y reformas en el funcionamiento del planeta. 

Todo marchaba bien, aunque a menudo surgiesen los esperados conflictos a los que debían asistir los integrantes de la Liga, principales promotores de la paz interplanetaria. Pero no se trataba de nada fuera de lo esperable; nadie pensó jamás que el renacer de una civilización fuese un proceso simple y pacífico. 

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora