Simplemente amigos

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A veces quisiera volver a ser una niña, cuando los meses transcurrían demasiado despacio, y eres totalmente dueño de tu tiempo, no hay ninguna presión, no hay ningún compromiso, ayyy si esa sensación pudiése permanecer toda la vida.
No sé a qué se deba pero creo que cuando uno crece el tiempo no se detiene, vives pensando en lo que harás y cuando por fin llegan esos momentos tan deseados no los disfrutas como se hubiése pensado, a veces quieres hacer ciertas cosas y la monotonía te lo impide.

Algo similar me estaba ocurriendo, el año estaba por terminar, en Noviembre saldría mi nuevo material discográfico, y yo sentía que algo me faltaba, tenía la necesidad de escribir una canción...una canción que aún no sabía de que hablaría, la letra o tan siquiera los acordes para la música, pero me generaba una ansiedad terrible el no poder inspirarme como quisiera.

Había pasado noches enteras, asomada en mi balcón, iluminada únicamente por la luz de la luna, acompañada de mi guitarra, con mi mano izquierda sosteniendo un cigarro; solo fumo cuando siento que estoy bastante estresada, pero en estás noches ni eso lograba calmar mi ansiedad.
En mi mano derecha sostenía un lápiz y en mis piernas reposaban hojas blancas para poder escribir cuando la inspiración me llegara.
El aire de la madrugada, y el sonido de algunos autos que aún circulaban en la ciudad me acompañaban.

Estaba en el comedor de mi casa, tratando de escribir algo, y esperaba a que la señora que había contratado para el aseo me sirviera el desayuno, cuando me distrajo de mis pensamientos una llamada.

-¿Bueno?.- contesté distraída
-Mi vida ¿Cómo estás?
-¡¡¡Mamá!!!.- respondí de la emoción, no se cómo siempre que necesitaba un consejo como si fuera telepatía mi madre me llamaba.
- Jaja hace días que no se de ti
-No sabes lo feliz que me hace escuchar tu voz por fin, perdón que no te había llamado, ya sabes el disco y...
-¿Andas de perfeccionista verdad Lupita?.- me interrumpió mi madre con ese tono sarcástico.
-Bueno es que yo...-respire profundo.- Quiero escribir una canción y no logro inspirarme.
-Ya veo.- hubo un silencio.- mira hijita no soy compositora, pero¿Por qué no sales a caminar un poco? Quizá se despeje tu mente.

Tenía razón mi madre estando encerrada en mi casa nunca llegaría la inspiración, le di las gracias y conversamos otro poco de como estaban las cosas por allá, ay mi casa siempre que me acuerdo de mi tierra me entra una nostalgia.

Corrí a mi vestidor y me puse lo primero que ví, una blusa negra, unos jeans y una boina, una de esas mochilas pequeñas puse mi cigarrera y llevé una libreta, por si me agarraba la inspiración.
Caminé sin rumbo,por la ciudad, solo escuchando las bocinas de los autos, el bullicio de la gente en restaurantes y oficinas, los silbatos de los policías que indican cuando los patrones podemos cruzar la calle. Traté de no pensar en nada poner mi mente en blanco.

Llegué hasta la Alameda, cerca de Bellas Artes, hacía un calor aquella tarde, por ello busqué una banca con sombra dónde pudiera sentarme a ver la gente pasar, cuando al fin la encontré, cruce mis piernas, escuché algunos pájaros cantar, y prendí un cigarro.

-Disculpe, ¿Me puedo sentar?

No lo podía creer giré la mirada hacia mi lado derecho, y era la señora Castro.
Hacía meses no sabía de ella,no desde aquél día en el concierto de beneficencia, Alberto no había querido darme su número para llamarle, y sinceramente a mi me daba pena pedírselo a alguien más.
Ese día traía su cabello medio recogido, siempre arreglada ella lucía, traía un traje sastre color café muy bonito, y su perfume a lavanda otra vez lo podía apreciar muy bien.

-Señora Castro, pero por supuesto siéntese.- dije al fin cuando volví de mi trance.
-Gracias.- dijo al tiempo que sonreía y se sentaba junto a mí.

Hubo un silencio, ninguna de las dos tenía nada que hacer, y contemplábamos el vacío, yo no tenía el valor de decirle nada, esta mujer era tan imponente que de solo verla se me iban las palabras de la mente, mi pie no paraba de moverse inconscientemente, y sentía como me sudaban las manos.

-¿La conozco de alguna parte?.- preguntó al fin.
-Jaja señora soy Ana nos conocimos en el concierto de beneficencia.- dije apenada, ¿Enserio se había olvidado de mi?
-Ohhh jajaja perdóname Anita ¿Cómo has estado? Que coincidencia tan más linda
-Nombre no se preocupe jaja.
-Quería darte las gracias por lo de esa noche, de hecho le pedí tu número a Alberto pero me dijo que tenías unos problemas con tu línea.

Pinche Alberto pensé, le dije explícitamente necesitoooooo que me ayudes a volverla a ver y él no le había pasado mi número “fallas con mi línea” ¿Qué es eso? Cero y van dos dije a mi misma.

-Ay si si, es que bueno ya sabe las líneas jaja.- Dios que respuesta, sentí el calor en ma mejillas.- Bueno no hay de que, además mire tal vez el destino sabiendo de este afortunado encuentro no quiso darnos un adiós tan corto.
-Ya veo porque eres tan buena compositora, hermoso pensamiento.
-Bueno ejem gracias, pero cuénteme¿Que le trae por aquí?
-Bueno, estaba haciendo un trámite del sindicato, y me sobraba un poco de tiempo antes de ir por mis hijos a la escuela así que decidí venir aquí.

Estuvimos conversando largo y tendido, nunca fui buena para sacarle plática a las personas, pero algo que me agradaba bastante de la señora Castro era que con hacerle una pregunta se agarraba hablando, decía cosas tan simpáticas e interesantes que de verdad me gustaba seguir la conversación, definitivamente me había olvidado del tiempo, del lugar, solo existíamos ella y yo.
El sonido de la calle había desaparecido, el calor ya no me importaba,su sonrisa lo alegraba todo.

Nos habíamos dado cuenta que teníamos mucho en común, nuestra forma de pensar era similar, no igual pero si me enriquecía enormemente saber sus pensamientos.

-Que tristeza.-dijo de pronto melancólica y bajando la mirada.
-¿Qué cosa?.- pregunté aún con la risa de lo que me había contado antes.
-Mira.- el pequeño espacio que nos separaba de la banca se desvaneció al acercarse a mi, estábamos tan cerca que nuestras rodillas se unían, tragué saliva y mis mejillas se habían puesto aún más rojas.-¿Ves a esa pareja?

Señaló a dos hombres quiénes estaban esperando la señal para poder cruzar la calle, hacía el barrio chino.

-Ajá, ¿Cómo sabes que son pareja?.- dije sin apartar la mirada de ellos.
-Bueno porque con miradas se dan todo el amor, es como si... Hablaran si hablar, sé que pareciera que son amigos nada más.- rió nerviosamente.- pero es ese secreto que ocultan y sale por una sonrisa... Pueden fingir lo que quieran pero las miradas nunca mienten.

Me quedé contemplando a Vero, lo que acababa de decir había Sido tan profundo, y en su mirada de pronto albergaba una tristeza que era imposible reconocerla, había dejado de ser la señora que conocí siempre alegre a pesar de las adversidades.
Ella dejó de mirar a la pareja, giró hacia mí, yo ya me encontraba mirándola, y quedamos frente a frente, podía ver el brillo de sus ojos, y mi reflejo en su mirada, no me moví y ella tampoco, estuvimos así tan solo unos segundos, que hubiera deseado que durará toda la vida.

-Perdón, es solo que.- aparto la mirada, y tragó saliva.- me parece triste que no puedan gritar su amor, que aún hayan personas que no acepten su amor.

Mordí mi labio inferior, y fue ahí cuando supe lo que realmente me pasaba cuando estaba con ella.

-Perdón necesitan quiénes no aman.- dije aún mirándola.
-Bueno discúlpame Anita es que se me hace tarde para ir por mis hijos pero de verdad gracias por haberme hecho compañía.- dijo levantándose de la banca.
-Gracias a ti, no tienes idea de cómo m ayudó verte.

Me quedé sentada un rato más en la banca, cuando ella volvió.

-¿Quieres que te lleve a tu casa?.- me preguntó apenada

Yo acepte porque quería seguir con ella, tenía un Mercedes último modelo, muy lindo, manejaba tan bien, sentía que estaba soñando, nunca antes había disfrutado tanto el Paseo de la Reforma.

Cuando llegué a casa inmediatamente me recosté en mi cama a escribir, ella no lo sabía pero ya me había inspirado para la canción que había querido escribir.
Había muchas canciones ya de amor, de amores correspondidos,de una lucha por amor, de gente que gritaba a los cuatro vientos lo mucho que se amaban, pero nunca o si acaso muy pocas para todos esos enamorados que alguna vez, o algunas veces no pueden gritar su amor, cuando ante todos son simplemente amigos...

Cómo yo te amé Where stories live. Discover now