Pensar en ti 3

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A veces me odiaba por no atreverme a hacer ciertas cosas por creer que era “prudente”, pero enrealidad la visa se encargaba de decirme al poco tiempo que me había equivocado, y así había sido al no haber salido tras Verónica y no permitir que se fuera con LuisMi, ni siquiera tenía la certeza de si estaría bien, o tan sólo si realmente estaba con él.
Todos nos habíamos quedado atónitos ante lo que había pasado, fue tan de pronto que pienso que a nadie nos dió tiempo de captar lo que estaba pasando.
Pronto uno a uno de los presentes se retiraron a sus habitaciones a dormir, pero yo no podía irme, me quedaría ahí esperando a que ella regresara, me sentía tan culpable ella en su momento me había seguido aún si saber que era lo que pasaría cuando me salvó de Coque, y yo simplemente no pude hacer lo mismo.
Me senté en un camastro de la terraza, no había más que obscuridad en el alrededor, la luz de la luna era lo único que me iluminaba, las olas del mar golpeaban fuertemente la orilla, y la brisa que estás alzaban mojaban delicadamente mi rostro y mis piernas desnudas; a lo lejos se veía una que otra luz provenientes de los hoteles y clubs nocturnos de la ciudad, era una noche tan pacífica, pero yo no estaba en paz, encendí un cigarrillo y me lo fumé despacio, casi se me acababa la cajetilla cuando sonó el teléfono de la casa, sino hubiese sonado me hubiera quedado hundida en mis pensamientos.
Me tardé un poco en descolgar, no quería encender la luz para no despertar a nadie, pensé que cualquiera ya lo hubiera escuchado, pero no fue así.

-¿Diga?.- contesté temerosa, ya que no había reparado en que ¿Quién llamaba a altas horas de la madrugada?.
-¿Mamá?.- del otro lado de la línea había alguien sollozando.
-Amm no, ¿Vero eres tú?.- dije preocupada
-Ana, gracias al cielo que eres tú.- era Verónica quien sollozaba del otro lado de la línea.
-¿Qué pasa, estás bien?.- Realmente me preocupaba.
-Ay Ana ¿crees que pudieras venir por mí?, Estoy en el muelle y.- seguía sollozando y se escuchaba inquieta.
-No digas más solo pásame la dirección y ahora mismo voy, no te muevas llegaré ahí lo más pronto posible.

Verónica me dijo con exactitud dónde estaba, así que apague la colilla de mi cigarro, y fui a mi habitación por mi bolso y las llaves de mi auto.La reja de la casa se había quedado abierta así que pude salir con facilidad,encendí mi auto y conduje lo más rápido posible, no me interesaba si el semáforo estaba en verde o no, yo solo sonaba el claxon en señal de que iba a pasar.
Por fin llegué a dónde Verónica me había indicado, ahí estaba ella sentada remojando sus pies en el mar, el viento de la madrugada movía su cabello siempre suelto, no había nadie alrededor. Me dió una ternura impresionante verla ahí sentada como niña chiquita, que me acerqué cautelosamente y me senté junto a ella.

-Ana.- sólo alcanzó a decir eso.

Me abrazó poniendo sus brazos alrededor de mi cuello y su cabeza la apoyo delicadamente en mi hombro derecho, estaba tranquila en comparación a cuando llamó por teléfono, quería saber que era lo que tenía pero no podía llegar y preguntarle así como así, considero que todas las personas se concentran siempre en el que pasó pero nunca te preguntan primero como estás tú, si te encuentras bien y después escuchar lo que ha pasado; muchas veces no podemos o simplemente no queremos hablar de inmediato de lo ocurrido, sólo queremos un abrazo que te reconforte el alma y te haga sentir segura. Eso era lo que yo trataba de hacer con Vero.
Estuvimos así un buen rato, pero al tenerla en mis brazos el tiempo no corría, ni siquiera importaba el viento que me ponía mis cabellos en el rostro y que en cualquier momento me hubiesen molestado, pero estando con ella, nada importaba.
Poco a poco volvió en si y se despegó de mi suavemente, me miró a los ojos.

-¿Tienes un cigarro?.- me preguntó mientras acomodaba su cabello.

Me quedaba el último, así que sin pensarlo se lo di y ayude a encenderlo, le dió una fumada y yo quedé impresionada al ver cómo inhalaba el humo en vez de dejarlo salir como se suele ver en las personas, mientras miraba el horizonte; permanecimos en silencio, no la obligaría a decirme nada si ella así no lo deseaba, pero si sentía algo de pendiente al estar ahí nosotras solas alejadas del mundo a altas horas de la madrugada, así que mientras la abrazaba la ayude a levantarse, le abrí la puerta del auto y me dirigí hacia la casa.
En todo el camino no dijimos nada, ella fumaba mientras recargaba su brazo en la ventana del auto.

Cómo yo te amé Where stories live. Discover now