No te dije adiós

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Una delicada brisa de aire acariciaba mi rostro, sonidos provenientes del exterior hacían que poco a poco mi sueño se hiciera más ligero, el peso de mis pies y mis hombros había disminuido un poco pero aún los sentía un poco pesados, no tenía ningún pendiente ya pues después de todo mis padres estaban bien en casa, no había más presentaciones y todo el tiempo del mundo era mío, aún así me desperté sobresaltada de un solo movimiento abrí mis ojos, obscuridad solo se apreciaba la luz que traspasaba la delgada cortina de la sala que venía de la calle, pude distinguir mejor el sonido de motos y autos que sonaban el claxon, me moví bruscamente para intentar sentarme ya que me sentía un poco entumida.

-Aquí estoy, tranquila todo está bien.

Dijo Vero con ese toque de ternura en su voz mientras acariciaba mi cabello, no pensé que realmente se fuera a quedar conmigo hasta que despertara y mucho menos que hubiera pasado tanto tiempo, me senté lentamente y ella prendió la lámpara que estaba a un lado en una mesita.

-No era necesario que te quedarás.- dije
-Te dije que estaría aquí hasta que despertarás y aquí estoy.
-¿Y tu mami?
-Se fue hace rato ya, le dije que yo me quedaría pero dejó comida, ¿Tienes hambre?.

Se levantó inmediatamente y se dirigió hacía la cocina, yo me quedé estirándome en mi lugar, e intentando volver en mi misma.
Me puse de pie y fui hasta la cocina ahí estaba Vero calentando en el microondas un plato con lasagna.

-Sientate.- me dijo.- Debes tener sed.

Me senté en el banco del desayunador, y si yo no sé porque siempre que alguien duerme tan profundamente se deshidrata tanto, de hecho no tenía hambre tenía sed y Vero me ofreció un vaso de agua simple el cual rápidamente bebí.

-A mi mamá le encanta hacer lasagna creo que es su especialidad.- rió nerviosamente Vero mientras me acercaba el plato que previamente había puesto en el microondas.
-Gracias.- respondí sin verle a los ojos.

Le di el primer bocado, definitivamente era la especialidad de mamá Coco, comí en silencio y Vero me contemplaba, no paraba de hacerlo, pero no me atrevía a hablarle no sabía de que ni como hacerlo, que irónico que dos personas que decían quererse tanto ahora no fueran capaces de entablar conversación alguna, no fui capaz pero ella si.

-¿Es verdad?.- me preguntó apartando la mirada.
-¿Qué cosa?.- pregunté atónita
-Que te hice mucha falta..- dijo titubeante y mirándose las uñas.

No pensé que si me hubiera entendido cuando se lo dije, de hecho había salido inconscientemente, pues no pensaba decirlo, pero creo que había aprendido ya a que la vida es corta, frágil hoy estás en un rato te debates entre la vida y la muerte y quizá mañana no estés, llámenme sensible si así lo desean pero definitivamente esta vez le diría a lo que me refería.

-Si de hecho si.- solté el tenedor y di un sorbo al vaso de agua.- Todo el tiempo a parte de pensar en mi padre no pude dejar de pensar en ti.
-¿Por qué lo dices?.- preguntó con un nudo en la garganta.
-Bueno la última vez que lo ví le hablé fuerte pues sentía que teniéndote a ti ya nada me importaba, y él... pudo morir.- se cerró mi garganta.- pude quedarme sin pedirle perdón y lo peor es que tú y yo ya ni siquiera estamos juntas.
-Ana de verdad perdóname yo...- comenzó a llorar y buscó tomar mi mano.

No podía permitirlo, no quería su compasión y retiré mi mano izquierda para que no pudiera tomarla.

-No importa ya, de todo se aprende ¿No?.- dije tratando de disimular lo mucho que me dolía.

Hubo un minuto de silencio, no comí ni bebí, solo se escuchaban los sollozos de Vero.

-¿Por qué?.- me animé a decir.- Yo te creía fiel igual que el aire, faltaron tantas cosas que enseñarme....¿Por qué no me dijiste que lo querías a él?.
-Fffffff.- tomó aire.- No hay día que no me odié a mi misma por lo que hice, no hay día que no escuché canción tuya y piense en todo el daño que te cause porque tienes razón ni siquiera te dije lo que pasaba, tuviste que enterarte por la prensa...pero quiero que escuches esto.- levantó mi barbilla hasta que nuestros ojos se encontraron y las lágrimas cristalizadas reflejaban en la otra nuestros rostros.- Yo no lo amo, ni siquiera siento atracción por él.
-¿Y entonces?
-¿De verdad quieres saber?.- alzó la ceja.- creo que más bien mereces saber.

Cómo yo te amé Onde as histórias ganham vida. Descobre agora