44. Cinta #3

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Nota de la autora: Suelo poner las notas al final pero esta vez como pueden ver está al principio por una razón, si quieren sentir más en este capítulo, en cuanto empiece la grabación de Diego pongan de fondo una canción triste (Les recomiendo la que puse ahí arriba).    Ya no las distraigo más, disfruten la lectura:).




En el cuarto cumpleaños de Omar pasaron muchas cosas, empezando porque me preguntó por primera vez sobre su padre y no encontré las palabras adecuadas para explicarle que Diego estaba dormido, vivo, pero no despertaría, entonces sin estar segura de si era una buena decisión lo llevé al hospital para que él pudiera comprender mejor la situación.

Al entrar en la habitación donde Diego estaba, un nudo en mi garganta se hizo presente de inmediato, ya tenía seis meses que no iba a visitarlo, cabe aclarar que cada vez que lo hacía era imposible no quedarme tomando su mano contándole todo lo que pasaba en mi vida, diciéndole lo mucho que lo extrañaba y llorando tanto como el día que lo perdí, pero esa vez, no lloré, tuve que fingir ser fuerte por mi hijo —¿Él es papá?— Preguntó Omar yendo hacia la camilla, si hubiera hablado mi voz hubiera salido rota así que me limité a asentir con la cabeza.

—¿Y por qué está así?.

Me tomé mi tiempo para observarlo, tenía la barba ligeramente crecida, a pesar de que estaba en coma, sus rasgos habían madurado y su pelo había crecido, pero no tanto porque en el hospital se lo cortaban cada que era necesario, no entendí cómo incluso en coma podía arreglárselas para verse tan atractivo, y ante ese pensamiento sonreí.

—¿Por qué sonríes, mami?— Me preguntó con su tierna voz, me incliné hasta quedar de su estatura.

—Por qué él no hubiera querido que ni tú ni yo estuviéramos tristes.

—¿Y está muerto?

—No, hijo.

—Entonces ¿Por qué no se mueve?

¿Cómo explicarle a tu hijo de 4 años que su padre no va a despertar?, no encontré la forma así que me limité a decirle que estaba muy cansado y por eso dormía indefinidamente.

Omar se acercó a él y le dio un beso en la frente —Adiós papi, descansa— Dijo sonriente y después me pidió que lo llevé a comprar un helado, le di un apretón en la mano a Diego y salí de la habitación.

Por la noche, mientras Omar dormía, vi otra cinta, tengo que confesar que de todas, esa fue la que más marcada me dejó.

Saqué la cajita de los videos y puse el que tenía que ver cuando lo extrañara, porque a pesar de que ese día había ido a visitarlo, lo sentía lejos, más lejos que nunca.

—¡No me extrañes porque siempre voy a estar contigo!— Exclamó en cuanto el video inició —No me he ido Lau, tan solo estoy un paso más adelante esperándote— Dijo con una sonrisa que inmediatamente se borró —Espera, creo que eso se pudo malinterpretar, así que me corregiré: Tan solo estoy un paso más adelante, y después de que vivas cien años, voy a estar esperándote. Recuerda que mientras no me olvides no me voy a haber ido.

Mis ojos se nublaron pero aún así sonreí —Tú me enseñaste a amar, me enseñaste a ser fuerte, me diste esperanzas cuando más lo necesitaba y ahora no puedo estar ahí contigo físicamente pero hay algo que sí puedo hacer, cierra los ojos— Fruncí el ceño ante lo que dijo y como si en realidad estuviera viéndome repitió —Cierra los ojos Lau... ¿Ya los cerraste?... Supongamos que sí— Le hice caso y cerré los ojos, oí un ruidito como de una bocina prendiéndose y una música en volumen bajo empezó a sonar, luego la voz de Diego volvió a hacerse presente —Imagina que el tiempo volvió atrás, estás en tu cuarto y empiezas a oír un ruido en la ventana, al principio te da miedo, pero después recuerdas que tu novio está loco y tiene la extraña costumbre de entrar por la ventana y no por la puerta, entonces te levantas y vas a la ventana, la abres y como era de esperarse, ahí estoy yo, nuestros ojos brillan cuando nuestras miradas se conectan, te doy un ramo de flores, te recuerdo lo mucho que te amo, te doy un beso y me voy.

—Ahora abre los ojos— Abrí los ojos sintiendo todo mi cuerpo temblar, eso se sintió demasiado real, no tengo idea de como lo hizo pero fue lo más lindo que he sentido desde que él se fue, un nudo se formó en mi garganta —Ve a tu ventana, Lau— Confundida, con curiosidad, sientiendo unas mariposas revolotendo en mi estómago y con un poco de nervios me dirigí a la ventana, abrí los ojos de par en par al ver ahí un reluciente ramo de flores.

No tenía idea de cómo había llegado ahí, definitivamente Diego no paraba de sorprenderme, entre las flores había una tarjeta escrita con su letra —Si no crees que aún sigo contigo, esto prueba que sí— Dijo, esa era exactamente la misma frase que se encontraba escrita en la tarjeta, en ese momento me sentí feliz, sumamente feliz, aún así una lágrima corría por mi mejilla derecha, abracé las flores —Lau, eres una chica maravillosa, mereces todo lo que yo ya no puedo darte, así que sal de tu casa, vive tu vida, enamórate otra vez, sé feliz, vive una vida por ambos, pero recuerda que siempre que me necesites puedes hablarme y ten fe en que voy a estar escuchándote.

El secreto de mi vecinoWhere stories live. Discover now