Capitulo 43

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Bien, sinceramente estaba desconcertado, el repentino cambio me tenía mareado. Pero peor fue cuando intenté levantarme del suelo, las rodillas literalmente se me doblaron solas y caí sobre éstas. Sentí montones de pinchazos en la cabeza, y de repente sentía el cuerpo en extremo cansado, agotado mental y físicamente. Estuve largos minutos ahí tirado sobre mis rodillas tan solo respirando, a la espera de que el dolor desapareciera o que por lo menos se apaciguara un poco. Al ver que eso no iba a suceder me obligué a arrastrarme hacia la pared más cercana, una vez junto a ésta la usé como ayuda para levantarme.

Luego de una lenta lucha logré sostenerme sobre mis pies con ayuda de la inmensa pared de hielo, realmente deseaba no tener éste dolor porque así podría contemplar la maravilla que me rodeaba. Intenté mirar el techo pero el fuerte tirón que sentí en el cuello me sirvió de advertencia, no estaba en el mejor estado como para ponerme a mirar las creaciones de magia y hielo. Así que sin más me dedique a dar lentos pasos con la esperanza de encontrar a alguien que me pudiera ayudar.

Tardé más tiempo del que quería admitir en llegar a la siguiente habitación y la decepción me cubrió cuando descubrí que no había más habitaciones a las que ingresar, en cambio una inmensa y perfecta escalera de cristal me llamaba para bajar. Llegué hasta ésta a paso lento, como era de esperarse, y miré hacia abajo; mierda, ésa sí que era una larga escalera. Estaba pensando en cuál sería mejor opción, si volver en busca de otra habitación o bajar, cuando un nuevo y aún más fuerte dolor me atravesó antes de que todo se volviera oscuridad total. Lo último de lo que fui consciente fue el frío suelo contra mi rostro…

Abrí los ojos y los cerré nuevamente dándome vuelta en la cama, tenía demasiado sueño para bajar ya a desayunar… Volví a abrir los ojos dándome cuenta de que ya no estaba en casa de Anna, que ésta no era la cama de mi habitación, pero entonces ¿qué hacía en ésta habitación? Lo último que recordaba era haberme desmayado frente a las escaleras, y ahora estaba en una inmensa e impresionante habitación repleta de muebles que tenían aspecto de ser muy antiguos. Saqué el acolchado y sábanas de encima de mí y puse los pies sobre el congelado suelo, encontrando a mi lado el calzado que había tenido puesto. Lentamente me agaché a tomarlos y me los puse, una vez hecho esto me levanté y caminé hacia la puerta. Por suerte casi no sentía el dolor y el agotamiento por haber hecho ese portal, así que ahora podía moverme más libremente. Al llegar a la puerta, la abrí y salí, para encontrarme con una estatua de hielo de una mujer menuda.

                –Buenos días, Jack –no entiendo cómo no me caí al suelo de la sorpresa, la que yo creía una estatua me acababa de hablar y caminaba hacia mí– La reina le está esperando en el balcón principal.

                –Tú… creí que eras una estatua –ella dejó escapar una corta y amable risa; su piel, o lo que fuera, era casi tan transparente que era muy parecido a mirar a través de un vidrio cubierto por escarcha.

                –Bueno, como te habrás dado cuenta, no lo soy. De hecho, soy de la misma especie que Serena, solo que mi gente y yo hemos sido creados por la reina Neige –ella miró hacia una de las puertas– y por cierto –dijo volviendo a mirarme– debería llevarte con ella ahora mismo, te guiaré –asentí con la cabeza y ella sonrió, para luego darse la vuelta y comenzar a caminar hacia la puerta que acababa de mirar. Pasamos por varias habitaciones, lo que automáticamente me hacía preguntarme qué tan grande sería el castillo, hasta que llegamos a unas trabajadas puertas que obviamente, al igual que toda la estructura, eran de hielo– Bueno, aquí te dejo, debo irme a seguir con mis labores. La reina te espera al otro lado de la puerta –le agradecí y ella simplemente volvió a sonreír, para luego marcharse.

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