Capítulo 4: a year without rain.

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–Val, ábreme la puerta– escucho a Sophie decir, pero tengo 0 intenciones de hacer lo que me pide–, por favor. Dime qué es lo que sucedió.

–No quiero hablar– le contesto para que deje de molestarme–, ya saldré. Vete.

Cuando no la oigo insistir más, me regodeo al pensar que finalmente me dejará sola con mi miseria. Deshecho la idea cuando la veo entrar por la ventana de mi habitación.

Sí, no tienes una familia muy normal que digamos.

–Qué suerte que tu habitación está en la planta baja– dice al entrar–. Ahora, habla.

La miro perpleja, realmente no puedo creer que haya entrado por mi ventana. Vuelvo a enterrar mi rostro en el almohadón frente a mí.

–De acuerdo, hablaré yo– ¿Qué problema de verborragia tenía hoy esta chica?–. Esto es lo que vi; entras tarde al salón de matemáticas con nadie más y nadie menos que Richard. William no les sacaba la mirada de encima, lo sé porque estaba sentada a su lado. Terminó la clase y los perdí en menos de un minuto; salí para encontrarlos y la escena que me espera es de William desesperado por encontrarte– en este momento ya se encontraba invadiendo mi pequeña cama–. Ahora tu versión.

Suspiré y supe que no tenía más escapatoria que contarle todo lo que había sucedido. Las expresiones de Sophie iban cambiando en todo mi relato; desde dolor por la lastimadura de Richard, emoción por las cosas que me dijo, hasta ira por William.

–No puedo creer que haya hecho eso, me escuchará– dijo incorporándose de golpe–. Yo le enseñaré modales.

–Déjalo así, So. No me importa, sólo quiero estar sola. ¿Pueden respetarlo ahora sí?

–En defensa de mamá, ella no quiso que me metiera a la fuerza.

Asentí con una sonrisa triste y salió de la habitación.

William se había convertido en mi lugar; él era esa persona que nunca me lastimaría, que nunca haría nada que me hiciera sufrir. Supongo que no era así, al menos ya no.

Tenía este extraño sentimiento, de sentirme fuera de lugar. Como si algo me faltara, como si él se hubiera llevado una parte de mí.

–No puedes faltar al instituto– dice Margaret parada frente a mí con los brazos cruzados.

Vamos, Margaret, deja faltar al trapo de piso que tienes como hija.

–Pero, mamá– me quejo–. Tengo excelentes calificaciones, no falto nunca. ¿Es tanto pedir no ir hoy? Prometo copiar todo en cuanto Sophie vuelva.

Veo cómo suaviza su expresión y sé que gané.

–Pero no quiero dejarte sola– dice ahora sentándose en mi cama, acariciándome la cabeza. Su gesto y sus palabras hacen que mis ojos se llenen de lágrimas.

–Estaré bien, tranquila. Cualquier cosa te llamo, ¿de acuerdo?

Ella asiente no muy convencida y sale de mi habitación.

En serio asesinaré a la persona que toca el timbre con tanta intensidad. Me levanto furiosa y pregunto quién está del otro lado. Pero la sorpresa llega a mi cuando me doy cuenta que se trata de Richard. ¿Qué diablos hace aquí? ¿Cómo supo dónde vivía? Quizás es una equivocación.

–¿Qué estás haciendo aquí?– pregunto confundida abriendo la puerta.

Está parado frente a mí con la ropa del instituto, ¿acaso se ha escapado?

PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora