Capítulo 41: coney island

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<<Parto mi alma en dos buscándote, pero estás justo aquí. Si ya no puedo relacionarme contigo, ¿entonces con quién me relaciono?>>

El ruido que hacían sus tacones al caminar contrastaban con los interminables ruidos de la sala de emergencias del hospital: ruedas de camillas, carros de paro, pizarras electrónicas, llamados a especialistas. Sin embargo, todo parecía detenerse a medida que ella se acercaba.

<<Y si esta era la historia larga, ¿cómo llegamos al final tan pronto? ¿Acaso cerré mi puño alrededor de algo delicado y te rompí?>>

— Doctora Mills, qué agradable conocerla finalmente- le dijo la jefa del hospital a la misteriosa mujer que se robaba las miradas de todo aquel que se cruzara en su camino; había algo en ella que simplemente hacía que uno se sintiera atraído a mirarla.

<<Y estoy sentada en un banco en Coney Island preguntándome ¿a dónde se fue mi amor? Los tiempos rápidos, las luces brillantes, el carrusel>>

Él no quería pensar en ella, necesitaba sacársela de la cabeza de una buena vez. Se había ido, ya no estaba a su lado, y eso era todo. El dolor de perderla jamás sanaría, jamás dejaría de dolerle, pero era hora de enterrarla profundamente y ya no sacar a relucir esos malditos pensamientos.

<<La pregunta que retumba en mi cabeza: ¿De qué sirve una vida llena de logros? Si te llevé hasta el límite, pero eras tan amable como para dejarme>>

— Doctor Monroe, ¿está listo para la conferencia?- le preguntó uno de los médicos internos.

Lo estaban esperando, era uno de los momentos más importantes de su carrera y, sin embargo, los únicos pensamientos que ocupaban su cabeza eran sobre ella; el sonido de su risa, el aroma de su piel, el color de sus ojos. Todos recuerdos que se desvanecían en su cabeza conforme el tiempo se le escurría entre los dedos. 

<<¿Y acaso extrañas al imbécil que te engañó para llevarte al paraíso y luego te dejó ahí? ¿Perdonarás a mi alma cuando seas muy sabio para creerme y muy viejo para que te importe?>>

— Hoy es un día especial en el hospital- le decía la jefa de cirugías, quien parecía no tener un botón de pausa a sus cavilaciones- porque uno de nuestros médicos dará una conferencia después de haber ganado el premio Jenkins por haber encontrado...

— El doctor Monroe- la interrumpió la nueva doctora-, estoy familiarizada con su trabajo.

La jefa de cirugía le sonrió en asentimiento y siguieron recorriendo el hospital en silencio esta vez, pues la nueva doctora parecía demasiado arrogante para las nimiedades que pudiera compartirle.

La doctora Mills se detuvo abruptamente por un segundo, como si hubiera visto un fantasma, como si a la coraza que mantenía a su alrededor se le hubiera hecho una pequeña grieta. No, debía dejar esos pensamientos fuera.

<<Perdón por no haberte ganado un anillo en los juegos de árcade>>

Al parecer sí existía aquello llamado karma, y no sólo existía, sino que se había vengado de ella. Se lo arrebató todo. Cada error que había cometido en su vida lo había pagado.

<<¿Estabas esperando en nuestro viejo lugar? En el límite del bosque, junto al reloj dorado ¿Acaso te dejé esperando todos estos años?>>

Cada rincón de ese hospital era un maldito recordatorio de todo lo que habían vivido juntos. Todos los besos robados, las miradas a escondidas, las risas cómplices, las peleas, el dolor, las lágrimas, la traición.

<<¿Acaso pinté tus cielos azules del gris más oscuro?>>

Él le había cambiado la vida, de alguna forma ella también le produjo un cambio del que creía que jamás se recuperaría. Porque, a pesar de todo, lo hizo sentir amado. Pero, por sobre todas las cosas, le hizo dar cuenta que se merecía que lo amaran bien, completamente y no a medias como ella lo hacía.

<<Estás a un universo de distancia>>

Y aunque no se lo confesara a nadie, por momentos deseaba volver a esos momentos. Daba todo su presente y su futuro por un momento más con ella, por tan sólo volver a escuchar su voz.

Sin embargo, sabía que sus deseos eran imposibles y entonces volvía a su realidad, volvía a ser el gran médico en el que se había convertido.

Era tiempo de enfrentar la conferencia.

<<Y cuando tuve un accidente, la luz que se me apareció, era tu rostro>>

Ese maldito accidente le arrebató tantas cosas, se perdió de tanto y de todo. Pero dicen que por algo pasaban las cosas, y su destino definitivamente había sido estar en ese accidente; haber chocado el auto contra ese camión y caer por el puente.

<<Pero cuando subí al podio, creo que se me olvidó decir tu nombre>>

— Doctor Monroe, ¿alguien especial a quien agradecer este premio?

Él sabía a quién se lo debía, pero ya no se atrevía a pronunciar su nombre. Le había prometido que se lo dedicaría a ella, pero ella ya no estaba cerca para saber que él no lo había cumplido.

— A mis colegas y a mi padre, ellos fueron los que me soportaron investigando todos estos años. Así que mis eternos agradecimientos.

<<Perdón por no haberte convertido en mi página central>>

— Espero no haberla aburrido, doctora Mills- le dijo la jefa de cirugía-. Es un hospital tan grande que es necesario un recorrido para evitar que uno se pierda.

— Se lo agradezco, de hecho- le dijo ella con una sonrisa amable-, ha cambiado mucho desde la última vez que estuve aquí.

— Oh, no sabía que había estado aquí antes- dijo confundida.

— Hice mi primer año de residencia aquí- le dijo ella como si fuera algo obvio-, pensé que lo sabía.

— No, usted no comentó nada y su apellido no me suena conocido.

— Es porque usted aún no trabajaba en este hospital en ese momento y, además, mi apellido es diferente al de ese entonces.

— Disculpe, no quería incordiarla.

— Doctora Nicolson, no soy un ogro- dijo entretenida-. Mi semblante es serio y el trato que tenía con mis antiguos colegas era muy formal, es a lo que acostumbro, nada más. Relájese.

— Tiene razón, gracias, creo que estaba muy nerviosa. La conferencia del doctor Monroe, una nueva cirujana, hace necesario subir el prestigio de este hospital- su vista se fijó en algo detrás de ella, sin embargo, supo de qué se trataba antes de que alguien se lo dijera-. Ahí está el doctor Monroe, se lo presentaré.

Al verla finalmente, fue como si de un fantasma se tratase; era completamente imposible y, sin embargo, ahí estaba. Como si nada hubiera pasado, como si cinco años se hubieran disuelto en tan sólo un minuto para volver a ponerlos cara a cara.

— Doctor Monroe, le presento a la doctora Mills, la nueva cirujana general.

— Valerie- dijo su nombre otra vez después de tantos años.

— Hola, Jackson- le respondió ella con una sonrisa natural, como si estar frente a él no le afectara en lo más mínimo. 

PerdidaWhere stories live. Discover now