Capítulo 42: wildest dreams

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Fingí con todas mis fuerzas que tener a Jackson Monroe parado frente a mí otra vez no me afectaba en absoluto. Se veía más viejo, eso era seguro, algunas líneas de expresión se formaban en la zona de sus ojos y su boca. Pero el muy condenado seguía siendo apuesto, tan apuesto que me hizo sentir como la joven que fui algún día cuando lo conocí. 

No, ya no era así. Había cambiado en todo sentido. Sin embargo, mi fortaleza no pudo impedir que me tocara la nariz como si fuera un reflejo, como si él ya supiera que había cambiado.

— ¿Ustedes se conocían?- preguntó la jefa de cirugías, aparentemente habíamos estado demasiado tiempo mirándonos el uno al otro y ninguno había dicho algo.

— Sí- dije yo con aires de superioridad-, de hecho el doctor Monroe fue mi jefe de residentes el año que estuve aquí.

Los dos nos miramos de nuevo: sabíamos que había sido más que eso para mí.

— Disculpen, doctoras, me están esperando de una consulta, las tengo que dejar- dijo Jackson y se alejó de nosotras como si fuéramos la peste.

No podía culparlo; yo hubiera hecho lo mismo.

— Doctora Nicholson, le agradezco por el recorrido por el hospital, pero me gustaría instalarme y empezar a trabajar.

— Claro, por aquí- me indicó y la seguí hasta la que sería mi oficina. Una vez que me explicó algunas cosas que ya sabía pero que tuve que escuchar por cortesía, finalmente me dejó sola.

Si fuera sencillo para mi tirarme en el suelo y después volver a levantarme sin problemas, lo hubiera hecho, sin embargo esta oficina era claustrofóbica; ni siquiera tenía un sofá. O espacio para que entrara uno. Odiaba saber que en noches de guardia iba a tener que acudir a las habitaciones del hospital que tantos recuerdos me traían.

Me senté en la silla de mi escritorio y me permití cerrar los ojos un segundo; esto era demasiado, no sabía si iba a ser capaz de hacerlo.

No, tenía que hacerlo, por ella. Y como si los astros la hubieran invocado, el nombre de mi madre apareció en mi teléfono y una sonrisa se dibujó en mi rostro.

— Hola, hola.

— ¿Quién es?- dijo con su dulce voz.

— Soy la princesa Anna.

La oí reírse y supe que todo estaría bien, no tenía que preocuparme por nada mientras siguiera escuchando su risa— ¡Mami! ¿Dónde etas?

— Estoy trabajando, Penny, ¿tú qué estás haciendo?

— La bela dice que tengo que dormir, pero yo no quero.

— La abuela, Penny- la corregí, nota mental: llevarla con un especialista pues ya no era tan pequeña para seguir hablando así-, a ver pásame con ella que yo la convenceré.

— Se tiene que ir a dormir- dijo mi madre ni bien la pequeña le alcanzó el teléfono.

— Ma, ha sido un día difícil para ella, déjala que mire unos minutos la tele en la cama y que después se duerma.

— ¿Ha sido un día difícil para ella o para ti?- preguntó inquisidora.

Suspiré — Ha sido un día difícil para ambas, con todo el asunto de la mudanza, la nueva casa y...

— Lo has visto, ¿verdad?- me interrumpió.

— Sí, Michelle ya sabes que lo vi y que el corazón me empezó a latir como loco y mi cerebro retrocedió 5 años en el pasado, ya sabes todo eso, ¿para qué me lo preguntas?

PerdidaOnde histórias criam vida. Descubra agora