Capítulo 10: Te olvidaré.

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Te olvidaré. 

Estaba hecha una furia, lo único que quería era agarrar su estúpida cara y borrarle la horrible sonrisa que siempre tenía.

De acuerdo, no era horrible. Sólo soy yo cabreada. Su sonrisa es hermosa, es una de las cosas que me enamoran de él; en especial cuando eleva la comisura izquierda más que la derecha y se forma una especie de sonrisa torcida que sólo al muy condenado le queda bien.

Concéntrate, Valerie. Estás enojada con él, te trató de puta. Otra vez.

Sophie dormía plácidamente, pero yo no podía dejar de dar vueltas en la maldita habitación, tenía que salir de ahí urgentemente antes de que me agarre un ataque.

Me puse una calza, zapatillas deportivas y un top de ejercicio. Necesitaba moverme. Até mi cabello en una cola que años atrás hubiera estado media hora para que ningún mechón de cabello quedara afuera. Pero ahora lo hice simplemente en un minuto y ni siquiera me había quedado tan mal.

Abrí la puerta, y como el destino y el karma son mis mejores amigos en esta vida, el idiota de William estaba parado apunto de tocar la puerta.

Cerré la puerta con suavidad para no despertar a Sophie y lo enfrenté.

Bueno, al menos eso intenté, porque en el segundo en que mis ojos se cruzaron con sus ojos oscuros, mi dignidad se mudó al Congo.

—¿Qué carajos haces aquí?— pregunté intentando sonar dura.

Ah, qué bien te sale, Valerie. Deberías tener una campera de cuero y andar en motocicleta, serías toda una chica ruda.

—Vine a secuestrarte— dijo y automáticamente me cargó como una bolsa de papas y empezó a caminar.

—William bájame en este preciso instante— ordené enojada—. Yo no accedí a esto.

—Es que esa es la gracia del secuestro, Val— dijo arrogante—. No es a voluntad.

Estúpido, estúpido, estúpido. Uy qué buen trasero tenía.

¿Ni siquiera siendo secuestrada puedes ponerte seria y no babear por este idiota?

Lo siento.

William caminó por lo que me pareció una eternidad ya que toda la sangre se me estaba yendo a la cabeza y la poca resaca que tenía me estaba afectando.

—¿Te vas a tardar mucho más?—pregunté molesta— Porque siempre puedo vomitar tu pantalón.

—Bajamos las escaleras nada más, exagerada. Ya estamos aquí.

Abrió la puerta del auto y me empujó dentro. Me coloqué el cinturón mientras se subía de su lado del auto y arrancaba a toda velocidad.

—Te odio, lo sabes, ¿verdad?— dije empacada, con los brazos cruzados.

—Sí, es por eso que estoy secuestrándote.

¿Acaso podía existir ser más arrogante en este mundo?

—No vas a cambiar mi enojo, volviste a insultarme y, honestamente, Will, ya no quiero soportarlo. Soluciona cualquiera que sea tu problema pero déjame en paz, no soporto que me sigas lastimando.

Vaya, vaya, mira quién sí tenía algo de dignidad. Me siento como una madre orgullosa.

William no respondió, se limitó a fijar su vista en el camino sin mostrar una mínima intención de volver a al campus.

Suspiré y me recargué en mi asiento. Lo conocía lo suficiente como para saber que no daría su brazo a torcer en el asunto.

No supe en qué momento me quedé dormida, sólo sé que me despertó el auto deteniéndose.

PerdidaWhere stories live. Discover now