IMPERIO 9.

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Después de todo lo que pasamos en años anteriores no me gusta mentirle a mi papá, ya había confiado de nuevo en mí, pero no tengo opción y ahora menos que nunca con la edad de Oliver. No quiero perderlo y eso será inevitable en cuanto se entere de que estoy con él.

— ¡Es tarde! — Me grita cuando subo a su auto en el estacionamiento trasero de la escuela de música. Mis papás llegaron a comer con nosotros un poco más tarde y se me hizo tarde para venir.

— Perdóname. — Suspiro.

— Mejor cállate que me hiciste esperar diez minutos. — Ya no digo nada mientras llegamos al motel.

Yo lo he estado pagando pues Oliver no gana mucho dinero y a mí no me cuesta nada, tampoco me molesta.

— Oliver, ya no estés molesto, ya te pedí perdón. — Hago una mueca cuando estamos a solas. — Es solo que... — Me interrumpe con un grito.

— ¡Te dije que te callaras!

— Pero... — Me da una bofetada y los ojos se me llenan de lágrimas.

— ¡Si te digo que te callas, entonces lo haces! — Me toma del brazo con brusquedad. — ¡Hoy no tuve un buen día y como siempre lo arruinas todo con tus estupideces! — Me lanza a la cama y un sollozo me sale de la garganta. — ¡No llores que es tu puta culpa! — Asiento. — Y ahora no quiero escucharte mientras estemos aquí y quiero que te quites la blusa.

— Pero Oliver... — Me golpea con fuerza la pierna.

— ¡Qué te calles, no quiero pretextos! Eres mi novia y vas a hacer lo que yo te diga y ya no me vas a volver a decir Oliver nunca más, solo mi amor. — La pierna me arde por el golpe y asiento. — ¿Si qué? Habla.

— Si mi amor. — Asiente.

Comienza a besarme con brusquedad y las lágrimas corren por mis mejillas, pero ahogo los sollozos.

— Quítate la blusa. — Con las manos temblando y con muchos nervios lo hago quedando solo en sostén. — La ropa interior no está mal pero cuando estés conmigo usa algo más sexy. — Asiento. — Pero de hecho estas bastante gorda, deberías dejar de comer tanto o hacer ejercicio. No me gustan las mujeres gordas. — Los ojos se me llenan de lágrimas.

— Si mi amor. — Asiente y vuelve a besarme.

Nunca he tenido problema con mi cuerpo, soy feliz como soy, pero nunca nadie me había dicho que me veo gorda y si Oliver lo dice es por algo. Nunca me ha preocupado mucho lo que como pues realmente Ángelo no cocina con mucha grasa, pero hace mucho tiempo que no bajo al gimnasio de mi casa, creo que lo mas que hago es nadar de vez en cuando, salir a caminar con Adriano, pero nada más. Ahora no me siento del todo cómoda.

—¡Oliver, no! — Exclamo nerviosa cuando me desabrocha el sostén, pero no dejo que me lo quite.

—Quita las manos. — Me tiembla el labio inferior pero niego. — ¡Quita las putas manos! ¡No me hagas enojar más! — Me hace bajar las manos y ponerlas sobre la cama mientras me quita el sostén y una lagrima sale de mi ojo derecho.

Durante dos horas no me deja hablar, solo cuando él me lo permite y solo es para afirmar. Me besa y me toca con brusquedad, pero no puedo decir nada. Incluso me deja marcas en los pechos.

— Póntela. — Me lanza mi blusa mientras él va al baño.

De regreso a la escuela de música tampoco me deja hablar y ni siquiera me mira.

— Bájate. — Abro la puerta, pero me toma del brazo. — Y última vez que llegas tarde. — Asiento. — Y de verdad necesitas hacer ejercicio, estas bastante gorda. — Me deja bajar sintiendo un enorme nudo en la garganta.

AITANA. (Imperio #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora