IMPERIO 33.

170 12 0
                                    

A la mañana siguiente mamá me despierta pues debemos ir con una ginecóloga y una psicóloga que los tribunales asignaron. Vuelvo a discutir con ella y no sé por cuánto tiempo más vaya a poder seguir fingiendo un amor que no siento.

A decir verdad, pensé que había soñado sobre que Adriano vino en la noche. No fue así. Mis almohadas y sábanas huelen a su perfume. Quizá se fue poco antes de que mamá llegará y me dejó una nota escrita pues si papá le contó todo sabe que estoy incomunicada.

Monstruo, jamás vas a estar sola. Jamás te voy a dejar sola. Tienes que decir toda la verdad, sé que hay algo que te está matando por dentro. No te quedes callada.

La poca fuerza que aún tengo flaquea al leer esa nota. De nuevo alguien me dice que jamás voy a estar sola y yo vuelvo a sollozar con la nota de Adriano en mi pecho.

Tardo más de lo necesario en la ducha tratando de pensar y de tomar una decisión. Es solo que me siento entre la espada y la pared. La espada es Oliver amenazándome con publicar esos malditos vídeos.

Mientras me visto me quedo de pie frente al espejo completo que hay en mi vestidor solo con ropa interior puesta observando mi vientre que comienza a crecer un poco. Sin poder evitarlo me llevo la mano al centro y muevo el pulgar en una suave caricia.

— No quiero perderte, pero seré una pésima madre. — Sollozo.

Me pongo unos jeans azules, pero luego me arrepiento pues se supone que nada debe hacer mucha presión en el vientre así que me pongo unos leggins y una blusa algo más holgada de lo normal. Me siento muy cansada y no solo físicamente, también mentalmente.

Desayuno sin atreverme a mirar a nadie y la comida muy apenas me pasa, comienzan a darme náuseas con cada bocado. Cuando estoy a punto de dejar de comer bajo la vista a mi vientre y recuerdo que ya no solo se trata de mí, hay alguien más que depende totalmente de mí.

Mientras vamos al hospital — que para mi sorpresa no es un hospital Káiser — no digo nada e inconscientemente acaricio mi vientre durante todo el camino.

Entro con una ginecóloga que me vuelve a hacer exámenes, toma muestras de sangre y me hace otra ecografía solo para confirmar que estoy embarazada. Confirma que tengo nueve semanas y cuando me deja escuchar su corazón algo dentro de mí se revuelve y siento extraño.

— ¿Es posible que pueda sentir como se mueve? — Le pregunto a la ginecóloga.

— No, al menos no aún, a partir de la semana dieciséis es cuando podrás sentirlo.

— Es que siento como si algo se moviera dentro de mí. — Veo el monitor y una lágrima sale de mi ojo.

— Muchas de mis pacientes dicen que es el amor de madre. — Me sonríe y me da una toalla para limpiarme el gel.

Sus palabras se quedan en mi mente y aunque respondo a las preguntas que me hace no puedo quitarme las manos del vientre.

— Aitana, aunque mientas las pruebas lo dicen todo. A ti te violaron en más de una ocasión, te lastimaron. — Bajo la mirada avergonzada. — No te quedes callada, no dejes que quién sea que te haya hecho esto se lo haga a alguien más. Tu familia te ama o de lo contrario no estaría haciendo hasta lo imposible por descubrir una verdad que tú te empeñas en ocultar.

— Es que es difícil. — Admito con la mirada en mi vientre.

— Tienes a los dos mejores abogados de Nueva York como padres, tienes una familia y eso es algo que no todas las víctimas de violación tienen. Además, tú tienes a tu bebé. — Se da cuenta que me estoy tocando el vientre. — Habla con la psicóloga, no te quedes callada. Ya has pasado por mucho y no tienes que seguir haciéndolo sola. Apóyate en tu familia. — Hago una mueca y suspiro. — ¿Sabes? A partir de ahora jamás vas a volver a estar sola. — Levanto la vista con curiosidad. — Ese bebito que crece dentro de ti te va a acompañar siempre y te va a amar incondicionalmente, aunque te hayas equivocado pues tú eres su madre. — Las lágrimas regresan. — Aitana, sino quieres hacerlo por tu familia o por ti, al menos hazlo por él.

AITANA. (Imperio #2)Where stories live. Discover now