IMPERIO 30.

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Han pasado tres meses en los que ha sido un infierno para mí. De nuevo tener que fingir ante todos que estoy bien cuando cada día muero por dentro. Adriano tiene novia y es lo único que me da un poco de felicidad. Saber que al menos mi mejor amigo si puede ser feliz. No deja de preguntarme si me pasa algo, pero siempre uso pretextos, exámenes, clases de química, cólicos, dolor de cabeza o que simplemente no tuve un buen día o noche. Intento de todo para fingir que estoy bien, pero las últimas semanas me cuesta muchísimo más.

Oliver solo me exige verlo dos o tres veces por mes y después de esa noche que me destruyó ya no volví a sentir nada. No me besa, no me hace estar encima de él, ni siquiera tener su pene en mi boca, solo abre mis piernas y él hace todo. Las lágrimas ya no salen de mis ojos mientras siento como mueve mi cuerpo.

Desde la segunda ocasión me di cuenta que Oliver me droga y la verdad no me importa, al menos así dejo de sentir y si me hace algo mientras estoy inconsciente no recuerdo nada. Fue demasiada casualidad que después de que me diera agua comencé a sentirme demasiado cansada. Llegue a un punto de pensar que es lo mejor que me pudo pasar dentro de todo esto. Si, es demasiado difícil para mi como para preferir que me drogue.

Hoy es quince de junio, en dos semanas me voy a Rusia para terminar con esta pesadilla. Oliver me penetra con brusquedad mientras yo solo fijo la vista en cualquier cosa excepto en su rostro. El dolor ya no es tanto y se esfuerza en lastimarme de eso estoy segura. Odio que mi cuerpo este acostumbrado a esto o quizá sea mi mente. Lo único que puedo sentir es asco y odiarlo a cada segundo que pasa.

Cuando sale de mi interior me hace tomarme una pastilla que ya no me importa que sea droga, al menos así dejo de sentir. Unos minutos después pierdo la consciencia y no me importa, es mejor así.

Cuando abra los ojos sé que voy a tener a Oliver enseguida de mí, pero no quiero abrirlos y cuando comienzo a sentir mi cuerpo no me gusta lo que siento. Me está penetrando. Sabía qué hacía esto y a decir verdad prefiero no darme cuenta, ojalá los efectos de la droga duraran mas tiempo para no sentir nada.

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Ese fin de semana lo pasamos en la hacienda y siempre me ayuda estar aquí, montar a Bella o solo el viaje en carretera es más que suficiente para mí. Es la tranquilidad que tanto deseo tener en mi día a día.

El sábado entró al despacho y abro un armario en donde hay muchas armas. Realmente son del capataz de la hacienda, pero las deja aquí en el despacho para darle un toque que según él todas las haciendas deben tener. La mayoría son armas viejas, nos ha contado que la colección la inició su bisabuelo y la mayoría ya ni siquiera funcionan.

Cuando papá compró la hacienda y lo contrato le regaló un revólver que es lo más típico que se usa en las haciendas. Creó que papá solo la ha disparado una vez pues a mamá no le gustan las armas y como siempre; hace todo para complacerla así que solo está en la colección.

Tomo ese revólver y una idea me cruza por la mente. Mamá nunca me había dejado tomar alguna de las armas. Mientras la tengo en mis dos manos lágrimas caen de mis ojos hasta el arma. Sería tan fácil, un único disparo y terminaría con el infierno en que se convirtió mi vida desde que Oliver se metió en ella. Todo terminaría en cuestión de segundos.

He visto como el capataz la carga así que lo hago y tiene una bala que seguramente olvidó quitarle alguna vez que la usó. Observo el arma que terminaría con todo, con mi sufrimiento en solo unos segundos y luego ya no volvería a sentir nada. Las manos me tiemblan incontrolablemente y antes de que pueda pensar que estoy haciendo la levanto y presiono el gatillo.

La bala impacta en el vidrio haciéndolo añicos y suelto el arma al darme cuenta de lo que estaba a punto de hacer. En unos segundos tengo a todos en el despacho asustados. Mis manos tiemblan y mi corazón late con mucha fuerza.

AITANA. (Imperio #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora