IMPERIO 39.

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El martes sé que voy a testificar y el miedo no hace más que aumentar. La sesión será en la tarde a diferencia de las dos anteriores que fueron en la mañana. Fui al colegio para tratar de distraerme y solo funcionó durante un par de horas, pero en cuanto tuve que comenzar a arreglarme los nervios regresaron.

Con cada día que pasa mi bebito crece, yo me canso más y los pies me duelen. Todo me duele, pero no dejo de pensar en que todo esto lo estoy haciendo por él y que el día en que nazca todo abra válido la pena como mamá me lo ha dicho muchas veces. Me gusta que solo seamos él y yo. Mamá y bebé juntos en el mismo lugar. Quizá yo sigo siendo una niña que va a tener otro niño, pero este bebito es lo que me ha dado fuerzas para no dejarme caer, de lo contrario no sé cómo estaría ahora. Mi bebito es el amor de mi vida sin conocerlo.

Cuando Adriano llega y me abraza comienzo a sollozar. No quiero que escuché todo lo que Oliver me hizo. No quise contarle todo y lo respetó. Me daba mucha vergüenza hacerlo, pero sobre todo no quería que siguiera sintiéndose culpable o aun mas de lo que ya se sentía.

— Tengo miedo. — Admito y me vuelve a abrazar con más fuerza.

— Todo va a estar bien gordita, solo tienes que decirlo todo una vez más para que esto terminé de una vez por todas. — Me tiembla el labio inferior y me seca las lágrimas con sus pulgares.

— No quiero que escuches lo que pasó. — Bajo la mirada, pero me obliga a mirarlo.

— Oye, voy a estar para ti y no quiero que lo dudes jamás. No importa lo que digas en esa sala, cuando terminé voy a seguir aquí. — Sin poder evitarlo vuelvo a sollozar. — He soportado tus hormonas de embarazada, créeme que no existe nada peor. — Sonrió entre sollozos y toma mi rostro con ambas manos para que vuelva a mirarlo. — Siempre gordita. Siempre voy a estar aquí.

Cuando sus ojos bajan a mis labios yo también bajo a los suyos y antes de que pueda pensar lo beso. Comienza a ser un beso lento y bastante torpe la verdad hasta que llevo los brazos a su cuello y él sus manos a la parte baja de mi espalda. Adriano me hace sentir bien en todas las formas posibles. Es la primera vez en meses que me besa y sé que no lo había intentado para darme mi espacio. Pero mi cuerpo se tensa cuando mueve sus manos de mi espalda. Sé que no me haría o me obligaría a nada, aun así, no lo pude evitar, fue algo involuntario.

— Tranquila. — Me relajó cuando solo pone sus manos en mi vientre. — Te quiero. — Me da un suave beso en la mejilla y me vuelve a abrazar.

Frunzo el ceño cuando se separa de mí y su vista va de mi vientre a mis pies, de mis pies a mi vientre.

— ¿Si puedes ver tus pies? — Se me escapa una carcajada.

— La verdad no. — Ladea la cabeza y ambos nos reímos.

Aún no me canso tanto cuando bajo las escaleras, el problema es cuando las subo y como siempre Adriano toma mi mano ayudándome en cada paso que doy, me siento como una bebé que aprende a caminar.

Cuando entramos a la sala del juicio Adriano toma mis dos manos y me da un beso en la frente que me hace suspirar, quisiera que se sentara a mi lado, pero no puedo decirle al fiscal que se vaya.

— Todo va a estar bien gordita, tranquila. — Mamá sonríe y papá lo fulmina con la mirada.

Todos sabemos que papá confía en Adriano o no lo hubiera dejado estar conmigo cuando me tuvo incomunicada y mucho menos lo dejaría estar aquí. El problema es que nunca va a poder dejar de lado sus celos de papá.

El fiscal me ofrece su mano para ayudarme a sentarme y la tomo con una sonrisa entre nerviosa y asustada pero no por el fiscal, él siempre me ha tratado muy bien y es amigo de mis papás al igual que su esposa.

AITANA. (Imperio #2)Where stories live. Discover now