IMPERIO 58.

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Adriano.

Tenía dieciséis años cuando conocí a la mujer que hoy, doce años y dos hijos después se va a convertir en mi esposa. ¡Al fin! Desde hace años lo que más he querido es hacer feliz a la mujer que para mí significa todo.

Una y mil veces me dijo lo feliz que era conmigo. Marcus es mi hijo y lo amo, aunque no lleve mi sangre. Ambos estuvieron presentes mientras diseñaba la casa de nuestros sueños. Éramos muy felices los tres.

Siempre dije que ver a Aitana feliz era la mayor felicidad para mí. Me equivoqué. Pude sentir la felicidad más grande cuando me dijo que estaba embarazada. Quizá suene algo cursi, pero Ian fue el producto de ese amor que ambos sentíamos. Nuestro pequeño amor. Pude estar el mayor tiempo posible con ella viendo cómo nuestro bebé crecía a través de su barriga y tuve una razón para decirle gordita.

El día que Ian nació fue uno de los más felices de mi vida aún más que cuando Aitana me dijo que quería estar conmigo. Ian es una parte de ambos. Es una excelente madre, de eso jamás me ha quedado duda, y no solo yo lo digo. Marcus siempre ha estado muy orgulloso de que su mamá sea la mejor doctora.

La extrañó más yo cuando tiene que pasar muchas horas en el hospital que él. Así es el trabajo de la mujer que amo y ella ama lo que hace. Jamás le pediría que lo dejará, lo único que le pido es que descanse y no dejé de comer. Por supuesto que estoy muy orgulloso de ella.

La verdad es que a mí no me hubiera importado casarme en una pequeña ceremonia, pero Aitana no era lo que quería, así que tuve que esperar un año dos meses para llegar a este día. Aunque no me arrepiento, vi a mi futura esposa triunfar en su campo laboral, estuve presente el día que recibió las cajas con la nominación a tres importantes premios, pero, sobre todo, estuve ahí en las ceremonias de premiación y en todo lo que vino antes o después.

Ella siempre ha estado para mí en momentos importantes, es la primera en aplaudir mis logros, por supuesto que yo haría lo mismo por ella.

Hoy, después de más de doce años de conocerla finalmente se va a convertir en mi esposa. Ella me lo ha dado todo. Así que yo le di la boda de princesa que quería. Me dijo que si yo no quería esto no era necesario hacerlo, pero jamás le hubiera quitado la boda de sus sueños.

La veo caminar del brazo de Aarón con un precioso vestido y esperé con tantas ansias esté maldito momento que podría hablarme hasta el presidente de los Estados Unidos y yo lo ignoraría pues la mujer que amo está caminando hacía mí.

Me hizo esperar quince minutos y en mi mente pensé que ojalá eso me hubiera hecho esperar hace años. Pero la espera valió la pena. Cuatro años o quince minutos para llegar a este momento. Cada maldito segundo a valido la pena y volvería a esperarlo las veces que fueran necesarias.

—Llegas a lastimar a mi hija y en lugar de media hora de amenazas, será una hora de golpes. — Me amenaza Aarón antes de dudar en darme su mano.

—¡Papá! — Lo regaña Aitana y a regañadientes me da la mano de su princesa que en unos minutos será mi esposa. La verdad esperaba ese tipo de amenaza.

A la hora de los votos se me revuelve el estómago. Son demasiadas personas y aunque los sé de memoria cruzo los dedos para no decir una estupidez.

—Prometo creer siempre en ti y celebrar cada uno de tus triunfos. — Comienza Aitana.

—Prometo ser tu novio, tu mejor amigo, el padre de tus hijos, en unos minutos tu esposo y, sobre todo, tu compañero de locuras. — Sonríe.

—Prometo tomar tu mano cada vez que quieras caminar bajo la lluvia.

AITANA. (Imperio #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora