Capítulo 5

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LA ESTRATEGIA
|Sara Stone|

Antes de salir de la compañía, me dirigí a toda prisa hacia la oficina de la señorita Amelia. Debíamos marcar una estrategia, pues el señor Leonardo solía ser un blanco fácil para las pirujas en: Eventos laborales, fiestas y sobretodo, viajes de negocios.

—¿Mañana?

— Si, mañana temprano iremos a Valencia.

—Bien.

Sacó algo del cajón de su escritorio y a pasos lentos se acercó hasta mi para entregármelo.

Un teléfono.

— Por está vía nos estaremos comunicando — comentó — Deberás informarme a través de mensajes lo que sucede a su alrededor. Solo si es una emergencia, deberás llamarme.

— Entendido.

—Recuerda bien — me miró con suma atención — Por nada del mundo dejes que se lleve a una mujer a la cama. Así eso implique que no duermas en toda la noche.

—No se preocupe — respondí segura de mi misma — Qué yo misma me encargo de que ese hombre olvide su vida de Donjuán.

—Ya puedes retirarte.

— Hasta luego.

— Espera — me miró de pies a cabeza.

—¿Pasa algo?— pregunté incomoda.

— No azotes la puerta al salir.

«Maldita maña mía la de azotar las puertas. En casa mis padres ya no saben que hacer conmigo. Han pensado muy seriamente en cambiar las puertas por cortinas, pero es algo involuntario, pues cada vez que salgo o entro a un lugar es pensando en diversas cosas y es por eso mismo que no me doy cuenta de la fuerza con la que lo hago.», no había remedio.

—¿Vas con un hombre?

— Es por trabajo, Julieta.

—No irás — sentenció mi padre.

— Pa, debo ir. O sino, seré despedida.

Si no iba el señor Pereira tendría el campo libre para acostarse con cualquier musa.

—Viejo, nuestra niña ya tiene casi treinta años...

— Veintiséis, mamá.

— ¡No me interrumpas! — me gritó

— Ya cásate... —murmuré entre dientes.

— Lo que quiero decir, es que ya es hora de que ella demuestre lo que es capaz de hacer y así mismo conseguir un buen puesto en la empresa de sus sueños.

— Gracias, mamá.

— ¡Qué no me interrumpas dije! — volvió a gritarme para luego continuar tranquilamente — Así sea para impedir que el cerdo de su jefe se tire a otra mujer, ella debe hacerlo.

Se quedó callado analizando las cosas. Mi padre siempre había sido muy sobreprotector conmigo y todo desde que Julieta salió embarazada.

— Solo no dejes que ese mal nacido te ponga una mano encima — accedió papá— ¿Entendiste?

— Si, papi.

Le di un mega beso antes de que él decidiera marcharse a su habitación, abatido, junto con mamá.

— Qué cómico.

— ¿Ahora qué, Julieta?

—Te advierte como si ese hombre fuera a tocarte — se mofó — Está bien que sea papá, pero debe aceptar que eres fea.

— ¡Tu... Zorra!

La perseguí por toda la sala con la única intención de jalarle las greñas, pero ella corrió burlona gritando insultos.

— ¡Ya para!

— ¡Ven acá! — gruñí — ¡Te voy a arrastrar por toda la casa para que aprendas a respetarme!

— Dios, si que hace falta que te den. Estás muy amargada hermanita — continuó con su agravio. — ¿Hace cuánto no tienes sexo?

— ¡No diario como tú!

Le lancé un zapato y luego un vaso de plástico que esquivó con gran agilidad.

Corrió en dirección a su habitación y se encerró dentro de la misma donde casi me rompió la nariz al cerrar  la puerta.

—¡Mejor ni salgas! — le grité al otro lado de la puerta — ¡Y lo digo en serio! ¡Si lo haces date por muerta!

Regresé a mi habitación furiosa y me recosté sobre la cama a meditar todo lo que estaba a punto de pasar mañana. ¿Qué tan difícil sería evitar que mi jefe se lleve a una mujer a la cama? Pues si lograba noquearlo y arrastrarlo hasta su habitación sin que nadie sospechase nada y después cerrando la puerta con doble llave dejando a un guardaespaldas vigilándolo  toda la noche... Podría ser bastante sencillo.

Pero eso no era lo único en lo que pensaba.

«¿Hace cuánto no tienes sexo?», no podía sacar de mi mente esa maldita pregunta.

Hacía casi tres años que no había tenido nada de intimidad con ningún hombre. Mucho menos un roce inocente. La última vez que practique el acto sexual fue con mi ex novio Adán, pero nuestra relación se fue a la mierda con toda mi vida amorosa justo en el momento en que Fátima llegó a nuestras vidas. Pero no por ella, sino por su madre.

Todo fue culpa de Julieta y ella no se dio cuenta de ello. Todos a excepción de ella velamos por el bienestar de la niña y a diferencia de ella, yo era la que más gastos aportaba a la casa y a los cuidados de la pequeña. A mis padres no les alcanzaba para mantenerla, así que de cierta manera lo había hecho yo.

En aquel tiempo debía ganar dinero, tanto que hubo una época en la que conseguí dos trabajos de medio tiempo. Estaba tan ocupada que no tenía un breve espacio para mi relación con Adán. Razón por la que el me dejó, en parte.

«La señorita Amelia me paga una gran cantidad por ser la chaperona de su novio y como un extra recibo mi sueldo base como secretaria.»

No podía quejarme.

Yo adoraba a esa niña y nada de lo que he sacrificado por ella me había causado ningún arrepentimiento. Había valido la pena cada jodido segundo.

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now