Capítulo 54

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 UNA MEJOR VERSIÓN DE MI.
|Leonardo Pereira|

Fui a buscarla desesperado al enterarme que había renunciado y el primer lugar al que decidí acudir fue a su casa. Me dijeron que no se encontraba, pero yo sabía que mentían. Sabía que ella estaba ahí, evitándome a cualquier costo.

Esperé toda la mañana, tarde y noche en su busca por dos días enteros, pero ella jamás entró o salió de su casa. Su padre salió a correrme en varias ocasiones cuando me le planté en la pastelería sin razón alguna. Los días pasaban y no había rastro de ella por ningún lado, y es que ya no sabía dónde más buscarla.

Un par de noches antes de mi supuesta boda, le pedí a Esteban que saliéramos a tomar unos tragos. Al principio pensé que él no aceptaría, pero para mí sorpresa si terminó accediendo. —Nada me apetecía, me sentía destrozado y mi humor no era el mejor del mundo. Quería escapar de todo y de todos y buscar mi propio camino con ella incluida en mi vida. — Pedí una botella de whisky y comencé a beberla en soledad. Esteban simplemente bebía cerveza para no emborracharse.

Y la recordé, me permití hacerlo.

Sus ojos almendrados, su sonrisa llena de vida y lo pequeña que solía ser. Todo eso me encantaba con locura. No había mejor mujer tan dulce como ella para un hombre tan agrio como yo. No se trataba de belleza, ella solía ser más que eso; ella era magia, joder.

Había tanto de Sara por recordar.

El cómo caminaba a toda prisa como si siempre se le fuese hacer tarde a pesar de llegar con anticipación. Y cada vez que comía a escondidas un pequeño panquesito para calmar sus nervios. Como olvidar esa maña suya de azotar las puertas o cantar cuando se asustaba. No había nada que la detuviera cuando comenzaba a hablar de algo que la motivara y cada vez que lo hacía, sus ojos brillaban y brillaban tan hermosamente sinceros.

Deseaba tanto verla, abrazarla y besarla. Hacerle el amor toda la noche con una inmensa ternura hasta que ya no dudara más de mis sentimientos por ella. La necesitaba, carajo, y más de lo que yo estaba dispuesto a admitir.

Me volví a llenar la copa y entre más ebrio me sentía, más la recordaba.

— Jamás pensé verte así — comentó, Esteban, que por un momento olvidé que estaba aquí conmigo.

—¿Así cómo? — respondí amargamente arrastrando las palabras. — ¿Cómo un puto animal recibiendo su merecido por querer comerse el mundo cuando no debía? O, ¿por subestimar a una mujer que terminó por romperme el corazón?

Rio por lo bajo y luego soltó un entrecortado suspiro cargado de ironía.

— Enamorado, más bien.

— ¿Y tú no estás en mi misma situación? — le recordé.

— Si, pero yo sabía que caería algún día, al contrario de ti — respondió — Siempre pensé que te conformarías con lo que Amelia estaba dispuesta a darte y una vez casado, seguirías haciendo de las tuyas. Nunca pensé que terminarías perdiendo la cabeza por una mujer como ella.

Odiaba sentirme de aquella manera tan humillante, pero no sabía cómo parar.

— Cuando acepté que Amelia sería mi esposa, de alguna manera me sentía convencido de que podría vivir con ello — respondí — Qué el estar enamorado era lo de menos, siempre y cuando mi empresa estuviese bien, yo estaría bien.

— Terminaste tragándote tus propias palabras.

Le dio un trago a su cerveza.

— Quería rogarle y postrarme a sus pies si fuera necesario — murmuré y sentí como todo comenzaba a darme vueltas — Todo con tal de que se quedase a mi lado, pero ni siquiera ella me dio esa oportunidad.

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now