Capítulo 17

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UN POCO TORPE
|Sara Stone|

Llegamos al departamento de mi jefe alrededor de las siete de la noche. Melissa —diseñadora de interiores — y yo, nos encargábamos de acomodar los espacios dentro del lugar para que no hubiese confusiones ni errores a la hora de que los invitados buscasen su lugar.

Todo ya estaba previamente realizado, solo era corroborar que estuviera de la manera correcta. Esteban, era quién estaba seleccionando los productos que se donarían, subastarían y la cantidad de dinero suficiente que se entregaría a las casas hogar.

— Señorita Stone — me llamó mi jefe — prepare café.

— ¿Yo? — dije señalándome.

— ¿Usted ve a otra señorita Stone por aquí? — preguntó sarcásticamente.

— No... — respondí — Pero no estamos en la oficina y está es su casa. No esperara que me meta a husmear en su cocina y...

— Tres.

— Ya voy. Ya voy — me levanté a toda prisa y corrí hacía la cocina — ¡No tenía que empezar a contar!

Era pequeña, pero desprendía elegancia y clase. Muy hermosa. Había pocos trastes sucios y el refrigerador estaba casi vacío, una clara señal de que casi no comía en casa. Me acerqué a la alacena y saqué lo necesario para preparar el café. Enseguida coloqué el agua a hervir en la estufa y mientras esperaba a que estuviera lista, me puse a fisgonear un poco para no aburrirme.

Sobre la estufa había una pequeña puerta dorada y dentro de ella había un trofeo con una descripción en la parte inferior. «¿Él había sido campeón de algo?» La curiosidad me ganó, así que intenté alcanzarlo, pero no podía por mi corta estatura. Entonces me subí a un pequeño banco de madera, sin embargo, di un traspié por error y golpeé uno de los regalos que estaban junto a este provocando que cayera sobre el agua hirviendo y tirándola al suelo junto conmigo.

Grité por inercia.

— ¿Qué fue eso?  — escuché que preguntó Esteban desde la sala de estar.

Intenté levantarme del piso para poder limpiar el desastre antes de que el señor Pereira se diese cuenta, pero un intenso ardor en mi brazo izquierdo impidió mi cometido.

— ¿Estás bien? — preguntó, Melissa, que veía todo el desastre a mi alrededor.

Los tenía a los tres ahí parados frente a mi mirándome sorprendidos, y mi mirada no pudo evitar toparse con la suya.

— ¿Qué hiciste, Stone? — preguntó Esteban, quién tenía toda  la intención de acercarse hasta donde yo estaba, pero no logro ser lo suficientemente rápido. Cuando me di cuenta alguien ya me levantaba del suelo con brusquedad.

Se veía realmente furioso.

No me atreví a preguntar que estaba haciendo, simplemente me deje llevar a su habitación en espera de algún insulto o en el peor de los casos, ya me esperaba ser despedida. 

— No se mueva — me ordenó dejándome sobre su cama.

Así que está era su habitación.

— Lo siento... — me disculpé — No fue mi intención arruinar su cocina. Soy una tonta.

— Eso no se lo voy a objetar.

Se sentó frente a mi con lo que parecía ser un botiquín de auxilios. Saco una pomada y la empezó a untar con delicadeza sobre mi piel quemada.

Me quejé  ante su tacto frío, puesto que ardía horrores.

— Agradezca que aún no estaba hirviendo del todo.

LA CHICA DESASTRE ©° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora