Capítulo 29

17.7K 1.7K 169
                                    

INEVITABLE
|Sara Stone|

No podía dejar de recordar aquel beso y la manera tan sensual de estampar sus labios contra los míos. Quería más de ellos, quería más de su exquisito sabor, pero bien sabía que eso era imposible. Estaba claro que el señor Leonardo se arrepentía totalmente de tal suceso y podía hasta jurar que fue desagradable para él besarme.

Todo lo contrario a lo que yo sentí.

Por alguna razón no podía ni mirarlo, me sentía avergonzada y patética por darle demasiada importancia a algo que para él era irrelevante. Sin embargo, no podía evitar sonrojarme cada vez que nos cruzábamos y por obvia no podía darme el lujo de demostrarle el efecto que tenía sobre mi.

Solo había un jodido problema.

Él no quería dejarlo pasar y yo no sabía cómo evadir cada uno de sus intentos de entablar conversación sobre ese maldito beso que tan confundida me tenía. Se suponía que lo odiaba, entonces... ¿Por qué mierda fantaseaba con él haciéndome el amor?

De por sí el día había comenzado de la peor manera posible después de haber tenido un sueño húmedo bastante descriptivo con mi jefe como para que ahora estuviésemos juntos encerrados en el trabajo y lo peor de todo es que... ¡Estando a oscuras!

Me encerré en su oficina y le marqué a mi madre para informarle que llegaría tarde a casa, pero sobre todo para alejarme de él y de sus intentos de mencionar aquel suceso tan bochornoso para mí.

Dios, ¿por qué tanta insistencia en tocar un tema sin importancia?

No pude finalizar la llamada con mi madre dado que como soy una chica con pésima suerte, mi teléfono se quedó sin batería. Resoplé molesta y me dispuse a salir de la oficina a tientas. Todo estaba demasiado oscuro. Cuando por fin logré salir de la oficina, comencé a ver un poco más claro, pero era demasiado tarde cuando logré visualizar algunas cosas a mi alrededor. Un muro era lo que había delante de mi y no había manera de poder evitar estamparme contra aquel pedazo de concreto. No había más que hacer, así que no me quedo más remedio que cerrar los ojos con fuerza y esperar el semejante golpe que iba a darme.

Sin embargo, el impacto fue bastante suave, y claro que no pudo parecerme más extraña esa sensación.

—No puedo dejarla sola ni por un segundo — lo escuché decir acompañado de un entrecortado suspiro.

Y entonces, vi como su mano estaba interpuesta entre aquel muro y mi frente.

—¡Mierda! — me alejé de golpe, nerviosa. Y era consiente de lo rojas que mis mejillas se habían puesto y que gracias a la oscuridad él no pudo visualizar.

—Sara, esa boca — me reprendió por la palabrota que se me escapó.

—Perdón... — dije avergonzada.

—Tal parece que la luz no volverá pronto, así que será mejor que bajemos por las escaleras de emergencia.

—Si, concuerdo.

Ya no podía pasar ni un minuto más a solas con él. Esa maldita sensación en el pecho me tenía harta y tal pareciera que en cualquier momento se me iba a salir el corazón.

—Deme su teléfono — me pidió extendiendo la mano.

—¿Para qué lo quiere?

—Para alumbrar el camino por las escaleras. Deje el mío en el coche.

—¡Mierda!

—¿Cómo dijo? — preguntó ceñudo y entonces me di cuenta que lo dije nuevamente en voz alta.

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now