PARTE II

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DE VUELTA AL JUEGO
|Sara Stone|

Me encontraba inquieta moviéndome de un lugar a otro en mi espacio de trabajo. Me mordía las uñas con nerviosismo y no podía dejar de pensar cosas indebidas. Llevaban más de tres horas encerrados y aunque todo lo que se escuchaba eran risas y más risas, quise entrar e irrumpir en su oficina.

No pude más, así que cómo emergencia llamé a la señorita Amelia.

—:¿Marta?

—: Si, Marta — confirmé — Alta, rubia y con cuerpo de supermodelo francesa. Usted dígame qué hacer y yo lo hago sin duda alguna.

—: Sara, cálmate — rio a través de la línea. ¿Qué era lo divertido? — Ella es una antigua compañera de la universidad de Leo y Esteban, y ex de este último.

¿Ex de Esteban? ¿De verdad?

—:Ah...

—:No tienes qué preocuparte por ella, no es una amenaza. Tu solo dedícate en localizar a la zorra que te pedí, ¿de acuerdo?

—:Si.

No importaba lo que ella dijese, no me sentía tranquila del todo y no podía quedarme sin hacer algo al respecto. Era momento de volver a las antiguas andadas.

Llamé a su puerta y él me hizo pasar después del tercer toquido. Los miré charlando y tomados de la mano, que aunque estuvieran separados por su escritorio bien podía sentir la tensión sexual en el aire. ¿Qué no era una amenaza? Si ella viera el como la tal Marta lo miraba, claro que lo pondría en duda.

— ¿Qué se le ofrece, señorita Stone? — preguntó.

Automáticamente su sonrisa desapareció al verme y su tono dulce de voz que antes usaba con ella, se volvió frío y amargo conmigo.

—Necesito que me firme estos recibos.

—Eso lo puede hacer el gerente del banco — respondió mientras me fulminaba con la mirada. — ¿No fue a verlo?

—Claro que fui, pero el señor seguro estaba en el baño porque no se encontraba en su lugar de trabajo como debía ser, señor. Así que le pido amablemente que me firme estos recibos. — dije — Si no hubiera ido, no estaría aquí con usted ahora mismo. Ya va, que si no soy mensa. Espero usted lo comprenda.

—No tienes que alegar tanto... — murmuró por lo bajo y tomó los recibos para firmarlos uno por uno. Eran como 20, así que sirvió para quitarles tiempo. —Listo, ahora vuelve a tu puesto de trabajo.

—¿Quieren café? —pregunté amablemente.

—No.

—Usted parece que no, pero ella — la miré sonriente y levanté las cejas para convencerla de que aceptara uno.

—Claro. — accedió gustosa y yo sonreí más ampliamente por mi victoria. — Tráele uno a Leo también, por favor.

—¡Enseguida los traigo!

Se podría decir que rompí récord a la hora de llevarles el café, pues no podía dejarlos demasiado tiempo juntos. Eso sí que no.

—¡Aquí está su café!

Le entregué el suyo a ella con sumo cuidado y rodeé el escritorio hasta él.

—¿No va a levantarse? — pregunté.

—No creo seas tan... ¡Ah! ¡Joder!

—¡Oh, cómo lo siento! — fingí arrepentimiento cuando por "accidente" derramé el café sobre él.

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now