Capítulo 28

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IMPRUDENTE
|Leonardo Pereira|

 No solía cometer imprudencias. El actuar por impulso o de forma irracional jamás había formado parte de mi vida. Aún no entendía el porqué de mi comportamiento, pero algo si era seguro: Esa era la primera vez que cometía semejante estupidez.

Estaba sentado en el sofá mirándola con suma atención. Ella era la misma de siempre, lucía como siempre y hablaba como siempre. Yo solo le pedí que dejara de parlotear, pero ella seguía con su parloteo  que yo decidí interrumpir con un beso.

Vaya reacción por mi parte.

Lo bueno de la semejante imprudencia que cometí, es que conseguí mi cometido. Logré que guardara silencio y eso no tenía precio. Una costumbre con mis ex secretarias, si, pero por lo general ellas no estaban precisamente hablando.

No era la primera vez que la besaba y a pesar de no recordar muy bien dicho suceso, bien sabía que no lo volvería a repetir. Bueno... eso fue lo que me prometí la noche en la que recordé lo que había pasado. Mi plan era olvidar el asunto y no volver a recordarlo jamás.

¿Tan poca palabra tenía conmigo mismo? 

Lo cierto era que está vez recordaba la deliciosa textura de sus labios; lo suaves y dulces que demostraron ser para mí sorpresa. Y no podía olvidarlos, joder. Estaba perdiendo la cabeza por Sara. ¡¿Qué mierda me estaba pasando?! No había nada más imposible que Sara y yo juntos.

Al salir de la oficina me la encontré en su escritorio, pero repentinamente grito "¡Ay no, debo ir a hacer esa cosa que me pidieron que hiciera el otro día! " y sin más, salió corriendo a toda prisa. No le tomé importancia, pues era tan típico de ella hacer cosas sin sentido.

Esa misma noche salí casi de madrugada, ya que estaba arreglando unos documentos muy importantes dado que Sara no volvió a pararse en mi oficina el resto del día. Decidí dejarlo pasar por esa ocasión.

 

[… ]

 

 
Al día siguiente entré con un humor de perros a la oficina y para rematar, Sara no se encontraba en su puesto de trabajo. Después le pedí un café en cuanto la note cerca, pero María — la señora de la cafetería— lo llevó en su lugar.

«Primera llamada de atención»

A eso del medio día tenía una junta con unos socios minoritarios y de camino al elevador la encontré a punto de subirse, pero no lo hizo. En su lugar, se quedó pasmada en cuanto me vio y cuando la invité a subir conmigo, negó en hacerlo y salió disparada rumbo a las escaleras de emergencia.

— ¡Mi doctor me recomendó usar las escaleras! — fue lo que dijo antes de huir.

Suspiré fastidiado.

«Segunda llamada de atención»

Tenía claro que Sara me estaba evitando por la cuestión del beso y sabía de sobra que debía dejarle en claro que le estaba dando más importancia de la que debería.

La cité en mi oficina, pero no apareció como le ordené. Así que salí a por ella para encontrarla centrada en una llamada telefónica. Me hizo saber que estaba muy ocupada y que en cuanto acabara con los pendientes, me buscaría.

¿Quién era el jefe aquí?

Salí a buscarla un par de horas después  cuando ella no decidió aparecer, sin embargo, no había rastro de ella por ningún lado. Todos comenzaron a irse dado que la jornada laboral había finalizado.

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now