Capítulo 34

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CERTEZA
|Leonardo Pereira|

Apenas y terminé dos reuniones con distintos comités, salí directo a mi departamento para arreglar algunas cosas antes de salir rumbo a Diamond prize.

— ¿Cómo entraste? — le cuestioné, pero lo cierto era que no estaba sorprendido.

— Le saqué copia a la copia de tu llave, hermano — respondió — ¡Pero ese no es el problema ahora! ¡Yo soy el problema ahora!

— No tengo tiempo para tus tonterías, Esteban — suspiré agobiado — Tengo una cena con mi madre está noche y Amelia no tarda en llamarme para que pase a recogerla.

— Intente besarla — dijo ignorando mi queja.

— ¿Lo conseguiste? — pregunté.

— No, ella me apartó de un empujón. ¡Me rechazó! ¡Joder, Sara me rechazó!

— Lástima, no era para ti — respondí irónicamente — Ahora largo.

— Me está matando... Lo que siento por ella me está matando.

— ¿Qué no solo querías follártela?

Digo, ambos queríamos, pero no encontraba la razón exacta de su malestar.

«Sara es maravillosa y besaba deliciosamente exquisito. Definitivamente un beso suyo haría perder la cabeza a cualquiera, pero Esteban aún no la había probado, así que volvía a repetirlo: ¿cuál era la razón de su malestar?»

— Eso cambio... — murmuró y se notaba serio, después de tanto tiempo no hablaba con burla  — Creo... Creo que me enamoré de Sara.

Técnicamente no había nada malo, y estaba bien, él podía hacer lo que se le diese la gana con sus sentimientos. Pero no mientras ella estuviese bajo mi interés, no sin antes yo hacerla mi mujer.

No tenía que ver esto como un problema, puesto que no lo era, ni siquiera se acercaba. La solución la tenía en mis manos: Solo tenía que cogérmela de una buena vez por todas para así mismo saciar está necesidad que tenía de ella y  una vez aburrido, sacarla de mi vida. Si Esteban después de eso quería hasta casarse con ella, estaba en todo su derecho.

Eso no representaba un conflicto para mí.

— Su sonrisa, su forma de bailar, de reír — dijo con una gran sonrisa que le iluminaba el rostro y una mirada perdida que demostraba sinceridad— Ella no es bonita, no. Eso lo se perfectamente. Pero es divertida, inteligente e interesante.

No había nada que objetar.

— Pon en orden tú cabeza — sugerí — No digas esa sarta de tonterías tan a la ligera. Primero cerciórate bien de que es lo que sientes y ya después tomas acción en el asunto. No antes, no después.

— Gracias, amigo — me dio un abrazo que inmediatamente yo corte.

— Ahora largo — lo saqué de mi apartamento mientras lo esculcaba para sacar la segunda copia — ¿Hay más?

— Si, dos más — respondió.

— En mi oficina el lunes — le advertí — Marchate, tengo prisa.

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now