Capítulo 48

15.3K 1.5K 495
                                    

SIN RESERVAS
|Leonardo Pereira|

La tomé por la cintura hasta que salimos de la compañía. Después le abrí la puerta de mi coche para hacerla entrar y así poder salir de ahí. Me sentía cómodo a su lado. Hacía ya tanto tiempo que no la veía, que su presencia me regresó a mi antiguo yo. Y eso era lo que necesitaba: recordar quien solía ser.

—Ella está enamorada de ti — comentó repentinamente.

— ¿Sara? — la miré con curiosidad y ella asintió sonriente. — Supongo que era de esperarse.

Le quité hierro al asunto. Lo que pasó entre Sara y yo no tenía porque hacérselo saber. Y mucho menos quería hablar de ella mientras se encontraba con Esteban.

— Qué egocéntrico eres — me dio un pequeño golpe en el hombro y como respuesta solté una pequeña carcajada.

— No puedo evitarlo. — le guiñé el ojo, coqueto.

— Ten cuidado con lo que dices, Leonardo — añadió — A veces quien menos imaginas es quien puede romper tu corazón.

— No se puede romper algo que ya esta roto. — respondí con cierto desdén.

— Leo... — Susurró.

— ¿Es por aquí? —  pregunté ignorando su comentario y giré a la derecha como ella me indicó.

Aparqué fuera del hotel en dónde ella se estaba hospedando, según me informó con anterioridad.

— Supongo que Amelia está esperándote.

— Está de viaje  con su madre.

— Aún no puedo creer que te vayas a casar, Leo.

— Yo sigo intentando creerlo — bromeé.

— Tiene suerte de ser la mujer que te tendrá por el resto de su vida — murmuró.

— No hay duda de que  ella es la mujer perfecta para un hombre como yo. — respondí intentando parecer convencido.

—  ¿La amas? — preguntó y su semblante juguetón cambio a uno más serio.

Se suponía que nuestra plática hasta ahora era en gesto de broma.

— ¿Amar? — respondí dubitativo — Supongo que lo hago.

— Esa no es una respuesta válida — respondió desdeñosa  — Realmente espero que sea así. Ya es hora de que seas feliz y no te ates más al pasado.

— No quiero hablar sobre eso — musité cortándole el rollo.

— Claro — dijo resignada. — Perdona si te incomode.

Nos quedamos en silencio por unos breves minutos contemplando el paso de la ciudad y sintiendo el frío clima cubriendo nuestro entorno.

— ¿Quieres comer mañana? — pregunté. No tenía porqué ser grosero con ella.

— Claro — accedió a mi propuesta — Pero está vez no lleves a tu loca enamorada.

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now