Capítulo 14

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UNA FAMILIA MUY PECULIAR
| Leonardo Pereira |

 
Apenas y se abrió la puerta sentí que estaba presenciando un espectáculo bochornoso. No sabía si retroceder o seguir adelante. «¿Por qué volví? Le pude haber dado su teléfono el lunes en la oficina.»

Una señora ya mayor la golpeaba sin descanso, pero ella con movimientos ágiles esquivaba la mayoría de los golpes haciéndola enfurecer aún más y entonces me di cuenta que yo no era al único que sacaba de quicio.

—¿Qué hace aquí? — me preguntó Sara, después de poder parar el ataque de hipo que estaba sufriendo.

—Vine... — tragué saliva con dificultad. Me sentía incómodo y es que todos me miraban con suma atención — Olvidaste tu teléfono en mi coche.

— ¡¿Qué?! — gritaron los dos señores a la par que supongo son sus padres y que me miraron aterrados.

—¿Usted paso la noche con mi flaquita? — me preguntó el señor lo bastante enojado como para incomodarme.

Carraspeé incómodo. Ni loco lo haría en el sentido en el que se lo imaginaban.

—Papá, ya te dije que fue por asuntos laborales.

—Asuntos laborales mis polainas — respondió — ¿Quién es este tipo?

—¡Sara Julia Elizabeth Stone,! — habló su madre y Sara cerró los ojos con suma fuerza — ¿Qué hiciste?

Comenzó a golpearla de nuevo.

—¡Pará mamá! — logró cubrirse en su mayoría — ¡Es mi jefe! ¡Él es mi jefe!

La mujer se detuvo en seco y el señor soltó un suspiro entrecortado.

—¡¿Jefe?! — preguntaron al unísono y me miraron apenados.

—Buenos días — los saludé ignorando todo lo sucedido con anterioridad — Soy el jefe de su hija, Sara. Un placer conocerlos.

Definitivamente la rareza de Sara venía de familia, si es que ellos no eran considerados aún más extraños. Pero ahora eso ya no era lo importante, ahora solo podía pensar…

«¿Cómo terminé en esta situación?»

Tomé asiento cuando su madre me tomó del brazo y me llevó directo al sofá junto con Sara. Me sentía incomodo en esta posición, ya que bien parecía que venía a pedir la mano de su hija. Un asunto tan alejado de la realidad.
 
Me miraban con suma atención y yo me removía apenado sobre el sofá.

—Siento mucho lo de su hijo y su enferm...

—¡¿Quieren café?! — gritó Sara captando nuestra atención e interrumpiéndome de paso.

Paciencia, paciencia, paciencia.

Tomamos café en un intenso silencio. Yo recorría la casa con la mirada y tuve que darle tres vueltas por lo pequeña que está resultaba ser. Todo eso mientras los padres de Sara me miraban fijamente y ella lo hacía en dirección al suelo.

—Le pedimos una disculpa por el espectáculo que presenció — me comentó la madre de Sara, rompiendo el silencio — Mi hija no suele faltar a casa sin avisar.

LA CHICA DESASTRE ©° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora