PARTE III

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UNA METIDA DE PATA
|Sara Stone|

No solía ser una mujer muy desesperada como para lograr desesperarme conmigo misma por lo torpe que podía llegar a ser en ocasiones, pero en otras y muy diversas, lo agradecía profundamente. Bueno, ahora estaba más que agradecida.

Intenté escapar antes de que él empezara a interrogarme, pero apenas y había dado media vuelta, conseguí chocar con uno de los meseros que provoco cayéramos directo al suelo.

—Lo siento, señorita. ¿Se encuentra usted bien? — preguntó el joven, sumamente preocupado.

— Yo...— miré a mi alrededor en su busca.

—¡Sara! — gritó mi nombre por segunda vez, pero decidió guardar silencio en cuanto me vio tendida sobre el suelo.

— Perdón, señor — comenzó a parlotear el mesero con un nerviosismo excesivo  — Ella se me atravesó y yo no fui capaz de esquivarla.

— No necesito explicación alguna — respondió esté con un ligero toque de enfado y resignación.

Me miró desde arriba con cierto desdén por unos segundos para después inclinarse y tenerme de frente.

— Levántese ahora — dijo sin ninguna compasión — Necesito saber que carajo paso hace un ....

— ¡Ay! ¡Ay, mi cabeza! —comencé a quejarme, sobándome — ¡Cómo duele! ¡Pero que dolor! ¡Ayyyyy!

Debía aprovechar el incidente para evadir sus preguntas.

— ¿Esta usted bien? — se acercó un poco más.

— No, estoy mareada — continué con mi mentira. Lo sentía por el mesero que tenía el rostro descompuesto — Creo me golpeé la cabeza.

—Esto no me puede estar pasando — murmuró por lo bajo dejando escapar un entrecortado suspiro  — Levántese, te llevaré al hospital.

— No creo sea necesario, señor — respondí de inmediato — Solo, yo solo necesito dormir un poco.

Resopló descaradamente, demostrándome así, que yo para él solo era un total fastidio. Me ayudó a ponerme de pie y dejándome apoyada en su brazo nos montamos en el auto.

Por fin iba en la parte trasera junto al señor Leonardo y Esteban iba de copiloto, pero no dejaba de mirarme con una gran sonrisa en el rostro.

—Eres muy graciosa, ¿sabías? — dijo y definitivamente estaba pasado de copas.

—Yo diría todo lo contrario — respondió mi jefe en un tono agrio.

— Solo veía esas situaciones en las películas y vaya que parecía una escena de película... — continuó sin poder evitar arrastrar las palabras— Por cierto. ¿Cómo dices que te llamas, chica nueva?

—Señorita Stone — dije de sopetón — ¡No! Sara, quise decir. Mi nombre es Sara.

O ya estaba traumada, o si me había golpeado la cabeza.

— ¡Sara! — entonó mi nombre — Anotado, nunca lo olvidaré.

— Deja de hablar tan alto — lo reprendió al mismo tiempo que se sobaba la sien.

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now