*PARTE II

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ALGO IMPREDECIBLE
|Sara Stone|

Se le miraba de lo más contento con la pelirroja y es que no dejaba de sonreír y reír por cualquier estupidez que ella decía. Clarisa no se le despegaba ni siquiera para dejarlo ir al baño. Definitivamente planeaba quedarse con él hasta que amaneciera.

Debía hacer algo para alejarlo de ella. Aunque en su condición actual dudaba que pudiese hacer un movimiento de hombre.

- Hola... - los saludé - ¿Señor, Pereira?

- Sara, ya vete a casa - arrastraba las palabras y hacía gestos muy graciosos.

Quería reírme, pero no debía.

-Ya es hora de irnos señor...

-Yo lo llevo a su departamento - intervino Clarisa - Usted ya puede irse.

- No creo sea conveniente, señorita - me le pare de frente - Ya es muy tarde y el que usted se regrese sola después de dejarlo en su casa sería muy peligroso.

- Creo no lo estás entendiendo querida.

- Oh, si que lo entiendo - levanté la mano en señal de aviso - ¡Ahora!

Esteban llegó y juntos y como pudimos sacamos al señor Pereira a rastras. El pobre ni mantenerse en pie podía. Clarisa se quedó atónita ante lo que estaba presenciando. Fue aún acto infantil, si, pero no se me pudo ocurrir nada mejor.

Tuve que pedirle ayuda a Esteban, diciéndole que posiblemente la señorita Amelia volvía está madrugada y él encontrar a su prometido con otra mujer sería un gran problema. Él se ofreció a ayudarme a alejarlo de esa mujer y básicamente el plan fue idea suya.

Hombres y sus ideas poco elaboradas.

- ¿Qué hacen? - me detuvo la mujer mientras subíamos a mi jefe a su auto.

¡Cómo pesaba!

- Me llevo a mi jefe a su casa - continué ayudando a Esteban.

- Dije que yo lo llevaría - me recordó.

- Usted no tiene por qué hacer nuestro trabajo - le respondí - Él trabajó muy duro el día de hoy. Debe descansar.

- ¡Ja! - se mofó - Ya veremos quién gana, chula.

Dio media vuelta como si tuviera un plan bajo la manga. Plan que seguro consistía en ir a su departamento una vez que pensase que está solo, pero lo que no cachaba es que Esteban y yo lo estaríamos velando toda la noche.

[...]

- ¿Cómo que te vas? - lo cuestioné cuando se disponía a salir por la puerta del departamento.

- Tengo una cita - respondió - No puedo dejarla plantada.

- Y esperas que yo lo cuide toda la noche. ¿Sola?

- Aja.

- Serás... - resoplé.

- No pasará nada, seguro que no se despierta hasta mañana. Tu descansa tranquila.

Ojalá hubieran sido ciertas sus palabras, pues en cuanto Esteban se marchó yo ya lo tenía haciendo un desastre por todo su departamento.

-Tranquilícese - le pedí cuando arrojó un bote de arroz al suelo.

-¿Dónde está?

-¿Dónde está qué? - lo cuestioné mientras lo seguía por todos lados para evitar que destruyera todo su departamento.

- ¡Mi pelirroja!

- ¡Cerdo! - le grité sin querer y me tape la boca de inmediato con ambas manos.

Que más daba. Lo más probable es que ni siquiera fuese capaz de recordar nada de lo que yo llegase a decir o hacer el día de mañana. Sería una gran oportunidad para desquitarme.

-¿Cómo me has dicho? - me cuestionó arrastrando las palabras.

- ¡Egocéntrico!

- Oye... Tu... Pequeña...

- Te crees muy guapo, ¿no es así? - continué con mi cometido - Pues déjame decirte que no eres tan guapo. He visto a mejores que tú y más altos.

- Sara...

- Además de que eres un jefe insufrible y tienes unos muy severos problemas de ira - finalicé.

Se quedó callado mirándome desconcertado por un considerable tiempo hasta que decidió hablar:

- Si no está la pelirroja, puede ser la rubia o la morena - comentó fuera de si y continuó recorriendo todo su apartamento mientras tiraba cosas.

Maldito adicto al sexo, ni siquiera me sentía satisfecha de haberlo insultado como siempre quise hacer.

- No, ya pare - lo sostuve del brazo y lo paré frente a mi.

Había algo más además de insultarlo que siempre había tenido ganas de hacer y ahora era la oportunidad perfecta y sin duda lo haría. Quería saber que tan fornido estaba y solo había una manera de averiguarlo. Así que en un rápido movimiento puse ambas palmas de mis manos sobre sus pectorales.

Dios, era la mejor sensación del mundo. Si este hombre no se andaba con juegos a la hora de ir al GYM. Rápidamente lancé una mirada a la parte inferior de su cuerpo y no podía evitar imaginármelo usando pantaloncillos deportivos. Quería tocar, pero no debía.

«¡¡Soy una pervertida de closet!!!»

-¿Qué hace? - cuestionó.

Y me miraba de una forma bastante chistosa, intentando entender la acción que había ejecutado.

- Usted solo cállese y déjeme hacer mi trabajo.

Tras unos breves minutos de acariciarlo de arriba hacia bajo y con toda mi fuerza de voluntad, conseguí apartar las manos.

- Quédese aquí - le ordené dejándolo sentado sobre su sofá - Le traeré un poco de café.

Me acerqué hasta la cocina y con sumo cuidado para no causar otro accidente, saqué las cosas necesarias para prepararlo.

- Quiero uno de esos - me señaló la alacena.

- Le dije que se quedara quieto.

- Señorita Stone - musitó - Quiero ese, en cinco minutos.

Pero que idiota. Ni ebrio dejaba de tratarme como su secretaria.

Agarré el bote y miré las instrucciones, se trataba de un tipo de café chino. Decía que se dejara tres minutos así que me acerqué al microondas y lo metí dentro para seleccionar tres minutos y darle comenzar. Apenas y había apretado el botón cuando el señor Pereira me dio un empujón provocando que yo cayera al suelo.

- ¿Pero qué le pasa? - pregunté molesta.

- No debe meterse al microon....

No pude escuchar más pues un estallido nos interrumpió y solo pude ver cómo la puerta del microondas salía disparada directo a la cara del señor Pereira.

¡Noooooo!

Me levanté de inmediato y me puse a su lado, el sostenía su rostro y no quería apartar la mano de un lugar en específico.

- Señor, ¿está bien? - titubeé - Míreme, por favor... ¿No está muerto o si?

Quitó la mano lentamente de su rostro y no pude evitar tapar mi boca con ambas manos para insonorizar el grito que solté.

Definitivamente podía considerarme oficialmente despedida.

LA CHICA DESASTRE ©° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora