Capítulo 6

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UNA INCOMODA SITUACIÓN
|Leonardo Pereira|

Tomé una ducha apenas desperté de un profundo y largo sueño. Donde no tenía más que pesadillas con la rara de mi secretaria arruinándome la vida de un millón de formas posibles. No solía pasar muchas noches tranquilas y eso se lo debía a dos factores muy importantes en mi vida: Trabajo o mujeres.

No tuve que pasar toda la noche en vela resolviendo asuntos laborales, puesto que acudí a este lugar para hacerlo. Y tampoco hubo una mujer que me mantuviera ocupado fornicando hasta el amanecer. La noche anterior llamé a Susana para pedirle que aprovecháramos mi pasada por aquí, pero por alguna extraña e inexplicable razón, decidió dejarme plantado. Parecía tan encantada por saber que yo me encontraba en este lugar.

Me vestí, peiné y desayuné lo que había en la nevera de la habitación. Después decidí llamar al engendro pequeño de mi secretaria  para ordenarle que en veinte minutos la quería ver en la sala de estar con los documentos de la junta de ayer y así mismo proceder a firmarlos con el corporativo para dar por cerrado el trato definitivamente.

Marqué con impaciencia y el teléfono saltó a buzón. Volví a intentarlo, pero me detuve en seco frente a la puerta de mi habitación al escuchar el tono de un móvil. Me acerqué a pasos lentos escuchando con suma atención aún sin colgar, y al abrir la puerta de inmediato tardé tan solo unos segundos en encontrarme con su cara.

—¿Qué diablos está haciendo? — Cuestioné al verla tirada frente a mi puerta envuelta en una cobija y recostada sobre una almohada.

¿Durmió aquí afuera?

— Ah, señor — se levantó de inmediato limpiándose la baba — Vine a comprobar que usted ya estuviera despierto. Madrugué, pero hacía mucho frío por eso las cobijas, así que no vaya a pensar cosas extrañas. Lo veré en la sala de estar, hasta nunca.

Y sin siquiera dejarme decirle lo que tenía que decir, agarro su cobija junto con la almohada y salió corriendo a toda prisa para desaparecer por completo de mi campo de visión.

«Dios, dame paciencia», suspiré en un murmuro.

Nos encontramos en la sala de estar veinte minutos después y honestamente me sorprendió verla ahí en ese tiempo sin siquiera yo haberle avisado.

Su aspecto era la típica combinación entre un hípster y un hippie, y algo que captó mi atención está mañana fueron sus ojos. No estaba usando sus típicos lentes gigantescos, por lo cual había podido apreciarlos mucho mejor y a pesar de estar toda hinchada, lucían... Aceptables. Eso no le quitaba lo rara.

—Supongo que ya se encuentra mejor.

— ¿Cómo dice? — preguntó mientras comía un emparedado.

«Paciencia. Paciencia. Paciencia»

—El golpe de anoche — señalé su diminuta cabeza — ¿Ya no le molesta?

— Ah — agarró su cabeza — No, ya estoy mucho mejor.

— Bien — asentí  con cierta alevosía — Entonces creo es momento de que me dé una explicación.

—¿Explicación?

— Los análisis — le recordé y di dos pequeñas zancadas hasta ella.

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now