Capítulo 50

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ENAMORADO
|Leonardo Pereira|

 
No podía dejar de pensar en ella. Estaba tan acostumbrado a su presencia que su ausencia me afectaba de una manera considerable. La llamé varias veces en el día con el único propósito de escuchar su voz, pero mis ganas de ver su rostro eran aún mayores. Tenía que decírselo, ella merecía saber lo que pasaba por mi cabeza y tal vez juntos encontraríamos la solución a todo esto. Una manera de no salir heridos y sin lastimar a los demás.

O esa había sido mi intención.

Me enfureció tanto verla entre sus brazos, mientras él la besaba, mientras él besaba a mi mujer. Quise acercarme y partirle la puta cara por tocar lo que era mío. No se cómo me contuve, pero lo hice.  Y ahora, luego de volver a hacerla mía después de tanto tiempo, después de desearla tanto... Ahora ella se marchaba nuevamente. La alejaba otra vez.

¿Qué mierda estaba haciendo? ¿Cuándo dejaría de ser un maldito imbécil?

Por fin le había dicho lo que pensaba, pero antes de tomar una decisión tenía que arreglar mi pasado y empezar de nuevo. Sin embargo, no supe como comenzar.

—¡Sara! — grité poniéndome la camisa rápidamente sin abotonarla.

Salí corriendo tras ella rezando que aún pudiera alcanzarla y suspiré con un inmenso alivio cuando la encontré subirse al elevador. En un movimiento rápido entré dentro de este antes de que las puertas se cerraran por completo. Y juro por dios que me detesté a mi mismo por verla llorar de aquella manera.

—Sara, déjame explicarte... — le pedí. — No escogí las palabras adecuadas, nena, por favor escúchame.

—¡Lárgate de aquí! — me golpeó el pecho con sus  pequeños puños. Cuyos golpes iban cargados de un inmenso coraje — ¡No quiero verte, maldito narcisista de mierda!

—Déjame explicarte.

—¡No! — gritó fuera de si — ¡No soy una de tus putas a la cual puedas tomar cada vez que se te dé la gana!

—¡Joder, que eso ya lo sé! — le grité de regreso.

Se quedó callada por unos segundos mirándome con repudio. Después soltó un ligero suspiro y se limpió las lágrimas con brusquedad. El elevador se abrió y ella salió de inmediato, pero yo no estaba dispuesto a dejarla marchar. Así que salí detrás de ella y la tomé del brazo para girarla en mi dirección.

—Si dije aquello fue porque tenía que decírtelo, por más cruel que sonara — comencé a decir envolviéndola en mis brazos. — Pero eso no quiere decir que vaya a hacerlo. Antes de comenzar algo contigo debo de cerrar este ciclo con Amelia. No debí tomarte, debí esperar a tener todo en regla antes de hacerte mía otra vez. Sara, hice las cosas mal. Comencé mal y lo admito.

—¿Qué tan estúpida crees que soy? — preguntó con sorna.

—Volvamos dentro y hablemos — la tomé de la mano y tiré de ella nuevamente en dirección al elevador; sin embargo, ella se zafó de mi agarre.

—No voy a ir contigo a ningún lado — gruñó y me miró con sus ojos humedecidos —. Esto se acabo, por mi puedes irte mucho a la mierda. Es ahí a donde debía mandarte desde hace tanto tiempo.

Dio media vuelta con toda intención de marcharse, pero nuevamente se lo impedí. No la dejaría marchar, no sin qué antes escuchase todo lo que tenía por decir. La tomé del brazo para detenerla y girándola en mi dirección la arrinconé contra la pared para así evitar que escapara.

—Nunca mentí en nada de lo que dije, Sara, eso te lo puedo asegurar. — murmuré para después besarla.

Ella me apartó de golpe y pareciera que iba a insultarme o quizá hasta golpearme. 

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now