Capítulo 31

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ESPÍA
|Sara Stone|

 
Estaba lista para cambiar mi imagen y así mismo hacerme notar un poco más y no lo sé, tal vez el señor Leonardo me llegase a tomar un poco más enserio.

Todo cambio de look merecía un ambiente adecuado que inspirase confianza y ánimo para lograr el resultado esperado. Así que agarré mi pequeña bocina, abrí mi archivo de canciones favoritas y con tres opciones que creí perfectas para la ocasión seleccioné la indicada. La puse a todo volumen y comencé a bailar mientras sonaba.

Rebusqué en mi armario al ritmo de la música y saqué la ropa que estaba segura me favorecería de cierta manera, siendo aquella que marcaría mis sutiles curvas y que hacía años no usaba. Comencé a menear los hombros mientras apartaba la ropa y la depositaba sobre la cama, después agarre el control del televisor y lo acerque a mi boca para cantar mi parte favorita:

—" ¡Take me away! ¡A secret pleaced, a sweet scape! ¡Take me away! ¡A better placed!

—¡¿Quieres callarte!? — entró mi hermana a mi cuarto interrumpiendo mi concierto imaginario.

—¡Lárgate! — le arrojé un peluche y ella dio media vuelta para marcharse.

—Loca. — dijo antes de desaparecer.

Tomé aire tres veces y proseguí con mi canto.

—¡TAKE ME AWAY!

Quedé satisfecha con el resultado y con toda las ganas del mundo y cierta emoción me fui directo a la oficina. Esta vez decidí alisar mi cabello y tomar dos mechones delantero por la parte trasera de mi cabeza sujetándolos con un pasador. Un poco de base, mascarilla para pestañas y rubor junto con iluminador. Decidí finalizar con un labial color guinda.

Esperaba y no fuese demasiado.

Decidí usar una falda café más corta de lo habitual –poco más a media pierna–siendo acompañada con una blusa blanca un tanto entallada dejando deslumbrar parte de mis atributos. Todo esto con unas zapatillas negras de tacón bajo. Decidí aprovechar el momento puesto que hoy era mi cita con Esteban.

Cuándo llegué al trabajo el señor Leonardo estaba encerrado en su oficina en una llamada telefónica y cuando le avisé que ya había llegado hizo un gesto de mano pidiéndome que no lo molestará. Ni siquiera se dignó en mirarme.

Me puse a trabajar como de costumbre y en ningún momento de lo que avanzaba del día él pidió verme. Cuando llegó la hora del almuerzo decidí en ir a preguntarle si se le apetecía algo qué encargara por el. Así que llamé a su puerta y entré enseguida.

—¿Qué quiere, Sara? — preguntó y está vez tampoco se digno en mirarme.

—¿Le pido algo de comer?

—No, saldré por mi cuenta — respondió — Vaya usted.

Salí resignada y me sentí de cierta forma decepcionada. Quería que me mirase y no se, tal vez un comentario alargador de su parte no estaría de más.

¡Sara, esperas demasiado de un narcisista como él!

Veinte minutos después volví a mi puesto de trabajo y me sorprendió ver a la señorita Amelia esperándome.

—¡Me urge que te vayas! — dijo con desesperación.

—¡¿Qué?! — pregunté sorprendida — ¡¿Me está despidiendo?!

—¡No! — respondió — Leonardo acaba de irse a una reunión donde no va haber más que putas y alcohol.

—¡Eso es malo!

LA CHICA DESASTRE ©° Where stories live. Discover now