Capítulo 27

18.1K 1.9K 182
                                    

 COSTUMBRE
|Sara Stone|

No había llegado de lleno a mi trabajo cuando ella ya me estaba esperando en su oficina. Lucía realmente aturdida y solo deseé que no fuera a despedirme.

—¿Volvió solo a casa?

—Si — respondí — Por la hora que usted me dice, parece que en cuanto me dejó en casa se fue directo a la suya. Estuvo con una tal Natalia, pero platicaron con normalidad. No hubo coqueteo. Eso se lo puedo asegurar.

—Es qué no entiendo qué es lo que pasa.

—¿Todo bien?

—Él jamás se había comportado de aquella manera y por más que viniera de revolcarse con alguna otra piruja siempre le apetecía tocarme.

—¿Paso algo?

—Debe ser una maldita mujer, no hay duda de eso — me miró con suspicacia — Sara, necesito que me averigües con que mujeres hace contacto en estos días que vienen.

—¿Todas?

«Mucho trabajo. Espero pague bien por ello.»

—Si, todas. — suspiró — Últimamente se está comportando de una manera muy extraña... — se movió de una esquina a otra tocando su barbilla con los dedos en un tamboreo suave — Temo pensar que una mujer me lo está robando. Pero no por deseo, si no en el campo sentimental.

—Dudo que el señor Leonardo sea capaz de enamorarse. ¡Puf!

Me miró de mala manera.

—De... De enamorarse de alguien que no sea usted, claro — me intenté corregir.

¡Seré idiota y desconsiderada! Yo y mi bocaza.

—No intentes arreglarlo. Ya puedes irte.

Regresé a mi puesto de trabajo, pero apenas y toqué mi escritorio, él ya me estaba llamando. ¡¿Qué se sincronizaban?! ¡Necesitaba un respiro de ese par!

—¿Pasa algo? — pregunté una vez ingresé a su oficina con cierta cautela.

Me estrujó con la mirada apenas y atravesé la puerta. No como siempre solía hacer al barrerme de pies a cabeza con un fastidio muy notorio, esta vez solo mantenía la mirada fija en mi rostro. Única y exclusivamente en mis ojos.

Se recargó sobre el respaldo de su asiento y cruzó las piernas mientras que sus brazos yacían sobre las laterales de la silla sin ninguna intención en particular. Él solo me miraba y eso logró provocarme tal reacción de incomodidad que no pude evitar removerme con nerviosismo en mi lugar. Él estaba diferente, ya yo lo podía asegurar.

—¿Por qué llega tan tarde? — preguntó después de lograr apartar su mirada de la mía.

—Llegué a tiempo, pero su novia me entretuvo. Si quiere puede preguntarle.

—No hace falta — miró en dirección al estante —Archive todos eso documentos.

—¡¿Todos?! — pregunté al ver semejante montonal de papeles.

—¿Acaso le pago para qué me cuestione?

—No...

—No la veo trabajando — después de decir aquello, agarró su ordenador y me ignoró por completo.

Salí de su oficina con todo el montón de papeleo y apenas los pude colocar sobre mi escritorio cuando Esteban ya me estaba molestando. ¿Por qué a mi?

—Ya ves, eso te pasa por dejar juntar el papeleo. —recargó uno de sus antebrazos sobre mi escritorio regalándome una pizpireta sonrisa.

—Todo es de hoy. — respondí ignorando sus hermosos ojos color verde pasto.

LA CHICA DESASTRE ©° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora