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El despertador sonó a las seis de la mañana como todos los días, desayuné y me puse la ropa de entrenamiento, mientras caminaba las dos cuadras a mi gimnasio escuchando mi playlist de siempre repasaba detenidamente todo lo que tenía para hoy, luego de una hora exacta de entrenamiento regresé a mi casa, me di una ducha, fui hasta mi walk in closet a buscar la ropa que seleccioné la noche anterior y la lancé a la cama. Cuando terminé con mi rutina, tomé las cosas de trabajo y salí del edificio camino a la comisaría y antes de entrar crucé a la cafetería de siempre.

—¡Hola, buenos días! —me dijo uno de los chicos, era nuevo— ¿Qué lleva?

—Un latte de vainilla —dije con una sonrisa— Solo un tercio de leche, descremada y sin lactosa, dos de espuma —agregué.

—¡Detective Esposito! ¡Latte de vainilla con un tercio de leche descremada y sin lactosa, dos de espuma y uno de endulzante! —agregó uno de sus compañeros que me atendía a menudo— ¿Hace cuanto tiempo tomas el mismo café todas las mañanas? —solté una sonrisa y pagué mientras me movía al costado para esperar por mi pedido, miré mi reloj una vez más— ¿Mucho trabajo?

—Más o menos —dije mirando mi reloj, no me gustaba hablar demasiado desde temprano.

—Nueva York, la ciudad que nunca duerme —agregó con su buena onda siempre— Srita. Esposito, su café —lo dejó en la mesa— ¡Que tengas un buen día!

—Lo mismo para ti, muchas gracias.

Tomé el café y salí del lugar, solo tenía que cruzar la calle para llegar a mi trabajo, por lo mismo era tan conocida en esta cafetería. Entré a la comisaría y subí al segundo piso, cuando el ascensor se abrió noté que nuevamente era la primera en llegar de mi turno.

—Tenía la esperanza de ser el primero en llegar hoy al trabajo—dijo el Chino dejando sus cosas en el escritorio— Pero ya veo que no puedo quitarle el lugar a la mejor ¿Como haces? Me levanté treinta minutos antes y todo —me dio un beso— Buen día.

—Solo sigo mi rutina de siempre, deberían estar todos acá —miré el reloj— En realidad tienen cinco minutos para llegar, dios tenemos mucho trabajo —me tomé la cabeza y giré la silla, cuando regresé la atención a mi computador, Cande venía corriendo como siempre.

—Eiza dijo que esta tarde tenemos los resultados del laboratorio —me dio un beso— De la Sra. Porter. Buenos días —saludó al Chino.

—Buenas buenas —Bella, la última en sumarse como siempre, dejó su mochila en el escritorio y vino a saludarme— Dios, muero de hambre... tengo el pelo mojado aun, tuve que dejar a Rufina en el colegio esta mañana y tarda dos horas en despertar, funciona en cámara lenta.

—¿Euge? —preguntó el Chino

—Turno nocturno, llegó a las siete de la mañana directo a dormir —agregó mirando su computador— Detective Esposito —puso una carpeta en mi escritorio— Está toda la información que conseguí después de que te fuiste, no te llamé porque no terminé de revisar, la compañía de teléfonos envía esta tarde su historial mensual, en las redes no hay nada nuevo —comencé a revisar todo— Ahora me quedan las imágenes de la carretera que vamos a dividir con el Chino

—Perfecto, pasenme si necesitan ayuda —dije con una sonrisa— Mañana vienen alguno de sus amigos a interrogatorio, veremos que se puede conseguir, necesito la causa de muerte concreta, para cerrar opciones, el marido se está impacientando y eso significa que nuestro jefe lo hará pronto.

—Además tiene poder, ojo con eso —dijo el Chino

—Lo escuché, por eso nos preguntan tanto como vamos —respondí y me levantó el pulgar— a trabajar.

Dos ExtrañosWhere stories live. Discover now