40.

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El día de la navidad llegó, como siempre el árbol de regalos de Rufina estaba que explotaba y ella no disimulaba lo feliz que estaba de pasar la fiesta con sus ambas madres, Peter dejó sus regalos en el lugar me daba mucha ternura verlo tan tímido, era muy diferente al que conocí al comienzo

—¿Qué hiciste la navidad pasada? —le pregunté con una sonrisa mientras lo acariciaba.

—Cené en la estación, cantamos villancicos con alguno de ellos chicos, en el día visitamos un lugar de menores para dar algunos regalos de donación y listo, comenzamos a trabajar en el plan de año nuevo —respondió mientras me miraba con una sonrisa— ¿Tu?

—Acá —miré la mesa que estaba llena de adornos con nuestras iniciales— Pero muy diferente, Bella y Eugenia con las manos encima todo el tiempo y yo con un violín gigante luchando para que Rufina no abra un regalo antes, la suerte cambió para todos los que estamos en este lugar —dije riendo y lo besé.

—Listo, esta es la última ensalada —dijo Bella— Rufina, sal de ahí por favor. Si abres algo tu mamá se va a enojar —Peter se puso de pie y la cargó en sus hombros.

—Si levantas los brazos y llamas a Santa puede venir un poco más temprano —dijo caminando por todo el living

—Peter, ¿sabes que ya no creo en Santa? —respondió ella y Peter la bajó de los brazos rápidamente— Lo siento, no tengo más tres años ahora soy una niña grande y ya sé que ustedes traen los regalos, pero no le digan a otros niños, pueden romperles la ilusión —exploté de risa y me puse de pie para llenarla de besos.

—Bueno, estoy lista —apareció Eugenia desde el pasillo sacada de una pasarela, miré a Bella unos segundos y morí de ternura, sabía perfectamente lo que estaba haciendo.

—Appa, ¿dónde vas a desfilar? —dijo Peter con una sonrisa— ¿Ya podemos comer? —preguntó— Seguramente es lo mismo que pensó Bella en este momento —por suerte Rufina no entendía este tipo de chistes en doble sentido y desubicados, Bella simplemente movió la cabeza y se sentó en su lugar.

—¿Por qué te pusiste tan linda? ¿Quieres impresionar a alguien? —preguntó Rufina mientras se sentaba, Eugenia entró a la cocina y yo la seguí para ayudarle.

—Pregunto lo mismo —dije hablando más bajo— Cuidadito con lo que haces, que te estoy respirando en la nuca, ya te dije que mi Bells no está sola

—Lali, puedes mostrar un poco de espíritu navideño? —preguntó con una sonrisa mientras servía los platos— No le haré nada a Bella, aun no muerdo, no te preocupes. Por favor, disfruta de esta noche hermosa llena de amor, estas con tu novio, estamos en familia —sonrió— No te pongas en modo policía y dejame remar

—¿Remar? —pregunté sorprendida— ¿Qué tramas?

—Remar ¿Que significa remar? —me dijo hablando bajo— Quiero hacer las cosas bien y recuperar a mi familia aunque tarde el tiempo que sea, ya entendí que me equivoqué y no necesito que una amiga me pegue en el piso porque estoy lo suficientemente humillada, por favor... tienes que darme una chance también —la miré y me quedé en silencio— Lali, estaba ahogada sentía que todos los días eran peor, no veía solución en ese momento y salí corriendo porque no quería engañarla, eso ni yo me lo hubiese perdonado

—Ok... pero si vas a luchar por tu familia te tienes que costar, no voy a permitir que mi amiga caiga por culpa de un vestido lindo —la amenacé nuevamente y comenzó a reírse— Y tampoco te voy a permitir otra equivocación —la apunté con un cuchillo y negó riendo— Voy a llevar estos platos antes que se den cuenta que estamos hablando de este tema —salí con el plato de Rufina— Para la princesa de la casa

Dos ExtrañosWhere stories live. Discover now