CAPITULO 11 - INSTINTO

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Instinto

Monica

Por una noche de todas las que he pasado, esta es la primera en la que la tensión de mis hombros está al punto de torturarme. Mi cuerpo aparentemente se siente bien pero por dentro estoy devastada pudriéndome, sin ganas de nada, sin ganas de si quiera respirar.

Termino de colocarme mi abrigo y volteo detrás de mi espalda al hombre que yace desnudo durmiendo sin la menor idea de nada. Me acerco al borde de la cama observándolo sumido en el sueño, su respiración es lenta en señal de que está completamente perdido.

Una de mis garras negras y filosas brota silenciosamente de mis manos y la acerco hasta su cuello donde acaricio su yugular hasta llegar al centro de su pecho al cual podría abrir con un tajo tan simple y rápido que lo deje aún más expuesto a mis ojos que ahora pueden ver el tipo de sangre que le corre por las venas.

—«Aún sigues bajando la guardia conmigo y no deberías Henrry»—murmuro para mi misma.

Sé que si pudiera con un solo movimiento, tendría su corazón en mi mano o matarlo en este instante. Pero mi odio no es tan inmenso, no para llegar a ese punto. Doy la vuelta tomando mi bolso antes de salir por la puerta con una sonrisa en el cara. Sin embargo la moral amenaza con golpearme y la hago de lado.

Cuando camino desviándome hacia el estacionamiento de trabajadores que tome para que no me vieran, me aferro mucho más al grueso abrigo como si tuviera miedo a que me olieran, a que supieran quien acaba de tocar mi cuerpo hace tan solo una hora.

Subo al auto que tome de Roman y en vez de conducir directo a mi residencia, me desvío a Manhattan hacia el departamento de cierta mujer que supongo debe estar despierta aún.

Me deslizo con rapidez por el elevador y colocó la clave de su piso ignorando a la mujer con su hijo que aborda junto a mi. El pequeño niño me mira y agradezco traer lentes, su madre lo toma de la mano aferrándolo a ella como si pudiese sentir lo que soy, un maldito depredador que por dentro tiene tanta hambre que no sería saciada en los siguientes años.

Termino ignorando a ambos y salgo con un afán exagerado. Su puerta la reconozco y al entrar definitivamente tenía razón. Esta despierta esperándome sentada en el sofá, en el momento que piso el umbral, sus ojos se abren y se lleva la mano a la boca.

—¡Eres una perra! —exclama Cecilia— ¡en verdad lo hiciste!.

Me quito los lentes y el abrigo, el sol está comenzando a salir.

—Hueles a licántropo por todas partes —no contiene la sorpresa— jamás creí que en verdad él cayera dado su desprecio a los nuestros. Te soy sincera al decir que no he escuchado a ninguno de nosotros irse a la cama con uno de ellos. ¿Que se siente?

—Sigue sintiendo cosas por mi a pesar de lo que soy—me encojo de hombros— prefiero tenerlo como herramienta en vez de enemigo. Él tiene algo que yo quiero. Además, ha... mejorado.

Confieso recordando la última vez.

—A sí que dejaste que te cogiera toda la noche —sella los labios— ha salido el sol ¿Por lo menos dio resultado?

—No dejó de salir de mí en ningún momento —comienzo a bajarme el cierre del vestido— se vino en mi interior cuantas veces quiso, yo digo que si. Al final se quedo dormido.

Se suelta a reír pataleando.

—Tomare un baño —aviso quitándome los tacones.

—Anda ve y lávate —me alienta— supongo que al venir aquí es por que no quieres que los demás sepan.

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