CAPITULO 36 - UN TEPES MAS

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Florin

Monica

No busco ser ninguna desalmada, mi orgullo y maldad jamás van a ser más grande que mi sentimentalismo, aunque muchos opinen lo contrario, pero de eso se trata.

Existe la creencia, que todo dolor, sana, pero eso es una gran mentira, porque no importa cuántos años tengan que pasar o meses esperar, jamás voy a olvidarlo a él y el hecho de que está ahí, de que existe. Mientras respire su mismo aire, será un recordatorio suficiente de que ni toda la distancia puede ser suficiente para arrancármelo.

Pienso que nunca podré ser feliz, es palabra se alejó tanto de mi vocabulario y ahora no puedo experimentar lo que se siente regocijarse en ella, porque tengo un sitio de dolor al que sigo regresando una y otra vez, solo que a veces deja ser un "sitio" para pasar a ser un recuerdo igual de gangrenoso o pasa a convertirse lo más cercano a una "enfermedad" que tiene nombre y apellido.

Me sorprende lo masoquista que puedo llegar a ser sin siquiera proponérmelo ¿por qué tengo que ser yo la que sola se lastime? yo misma me estoy clavando la daga, yo misma soy la que dice que quiere alejarse de él, pero sigue tentando a las pocas fuerzas que conforman mi voluntad.

Nuestros ojos no se mueven de lugar, los suyos me desnudan por completo y en este momento me siento tan expuesta que me veo obligada a buscar la única salida que tengo y es huir. Separo las piernas con mi pecho subiendo y bajando. Él, nota mis intenciones cuando hago ademan de salir corriendo y con un rápido movimiento me empotra contra la pared cuando casi alcanzo las puertas del elevador.

Suelto un jadeo cuando me muevo y vuelve a golpearme contra la dura superficie, su mano se cierra en mi cuello y aprieta mi mandíbula con fuerza, mientras mis manos se ciernen en su antebrazo.

—¡Dímelo maldita sea! —me sacude y grita contra mi rostro descargando ese aliento ardiente— ¡Dime en voz alta lo que tus ojos me están gritando en este momento Monica!

Un temblor avasalla mi tórax y se sacude con violencia, cierro los ojos apuñando los parpados y me trago el sollozo intentando retener las lágrimas, pero mi llanto solo hace que suavice su agarre.

—Necesito escucharlo carajo —su mano baja por mi pecho mientras su cabeza se posa en mi frente alivianándome la saliva.

—Quiero irme de aquí —suplico al cielo que se aparte, porque si me toca un poco más... todo se ira al infierno.

—No te vayas.

Se aparta y vuelvo a respirar abriendo los ojos, mi espalda se aferra a la pared cuando no retrocede lo suficiente para dejar de invadir mi espacio personal.

—Quiero irme Antonio —repito con más firmeza.

—Antes escucharme —pide y niego con la cabeza sin mirarlo— amor... —me trago un cumulo con la palabra y sus dedos toman mi mentón obligándome a mirarlo— escúchame linda.

Parpadeo liberando una última lagrima, pero lo miro, hago lo que quiere, mirarlo.

—Tengo que salir por unos días de la ciudad por asuntos de trabajo con la empresa —comienza a explicar humectándose los labios— ven conmigo.

—No —me suelto con rapidez.

—Ven conmigo —me intercepta— deja todo y ven conmigo.

—No puedo —sacudo la cabeza queriendo que entienda— tengo que ayudar a Jeyssel... también reunirme con mis padres, Will me ha dicho que...

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