CAPITULO 42 - LA ISLA PT. 2

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La isla 🇲🇬- pt. 2

Monica - memorias

Mi mente gritaba «deshazte de él, quítalo de tu camino» me estorbaba, ya me entorpecía el camino y no iba a permitir que me arrebatara lo que me había costado mantener así.

Si, tenía razón, yo no era una santa, el papel de víctima ya me lo había arrancado y era una completa perra como decía, una maldita y todo lo malo que pudiera inventarse.

Nadie me negó la entrada cuando irrumpí en el edifico y mucho menos cuándo pase de recepción en busca de la oficina de mi ex.

—Señorita... señorita —la secretaria intentó detenerme.

—He acordado verme con el señor.

—Pero el aún no ha llegado...

—Entonces lo esperare.

Sin poder evitar que yo pisara su oficina, se resignó a dejarme continuar, no sin antes regresar a su lugar y llevarse el teléfono a la oreja con un afán exagerado.

Invadí la oficina de Henrry, su estilo no me impresionó ya que mantenía el de su padre. «muy poco original para mi gusto». Me siento en su silla recargándome hacia atrás y juego con el porta bolígrafos esperando. La puerta se abre de golpe y ruedo los ojos soportando su intromisión esperada.

—De verdad eres una completa cínica —me insulta— no tienes cara para venir y presentarte aquí con tanto descaro.

—Vaya ¿ahora trabajas aquí también lamiendo el piso por Henrry?

Me enseña los dientes y suelto el aire cruzando las piernas. Sus ojos reparan el movimiento por segundos y mis muslos con medias negras de encaje, quedan descubiertas por la abertura de mi abrigo negro.

Me relajo en la silla retándolo con la mirada y la secretaría de Henrry nos deja a solas. Misha se tensa como si respirar el mismo aire que yo, fuera lo peor.

—Levántate de esa silla —espeta con la mandíbula tensa.

Me recargo por completo y curvo los labios.

—No quiero hacerlo —susurro.

Siento que el cualquier momento puede venirse y abalanzarce sobre mi, pero no puede hacerlo a menos que quiera armar un pleito con tanta gente rondando afuera.

Juguetona me pongo de pie y voy hacia la licorera. Tomo una copa cualquiera al igual que la botella de cristal y regreso al escritorio. Enfureciendolo más, me siento sobre este ignorado los papeles y vuelvo a cruzar las piernas sin importarme en lo más mínimo lo que pueda ver. Me sirvo el líquido y contemplo la copa antes de llevármela a los labios.

—Anda, ven y tómate una conmigo —sugiero— no creo que sea lo peor que puede pasarte en la vida.

—Eres tan insoportable y narcisista —me fulmina con la mirada— él ni siquiera te importa en lo más mínimo, víbora embustera.

—Otra vez con lo mismo —ruedo los ojos— lo único que estoy haciendo, es esperarlo ¿y sabes que? —dejó la copa manchada con mi labial rojo sobre el escritorio— me pondré cómoda, no pienso irme.

—Si yo fuera él, te habría tajado la cara y no el brazo.

Suelto las cintas de mi abrigo bajo su mirada y comienzo a deslizarlo sobre mis hombros desnudos como si no me importara.

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