CAPITULO 23

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Años atrás

Fallon

Las experiencias que adquirimos a lo largo de la vida nos sirven para defendernos en el futuro. Una vez que tropiezas en una trampa, recuerdas que al caminar por el mismo sendero no debes cruzar por allí. Los errores cuestan mucho, aveces todo.

He hecho tantas cosas buenas y malas en toda mi trayectoria, sin embargo ninguna de las cosas que me han sucedido son justas para aquellos actos.

La mayoría cree que merecemos la muerte pero les aseguro qué hay cosas peores que el simple sueño eterno. Cosas peores que te orillan a aferrarte a la vida para enmendarlas, incluso te quitan el sueño, te sumen en el miedo desesperante en el cual no encuentras salida.

Como ya lo he dicho antes, he hecho muchas cosas pero yo no merezco esto... no lo merezco.

Me tomo del vientre al tiempo que mis rodillas topan el suelo y mi garganta se contrae mientras vacío el contenido de mi estómago en el retrete. Líquido negro, tan oscuro como la noche es lo que tiñe el agua.

Aferró mi mano con fuerza a este mientras lucho por sacar hasta la última gota de eso que se acumula en mi cuerpo cada ciertos días. Duele tanto que las lágrimas caen por mis mejillas con fluidez y sollozo mientras toso terminando.

El llanto sale cargado de dolor y no dejo de abrazarme el vientre, duele, duele y duele tanto que no le gana a mi odio, al rencor que quiero despertar para desquitarlo. Me doblega y me vuelve vulnerable. Yo no soy de derramar lágrimas pero en este momento soy un cúmulo de sentimientos que no puede evitar sentirse miserable.

Lo que Kaleb me ha hecho es lo peor que pude haber recibiendo en toda mi vida. Me ha desgraciado y logró lo que quería, me destruyo y yo no puedo hacer nada contra eso más que seguir luchando por liberarme.

Mis hombros se sacuden violentamente por el llanto y arranco la extensión de la lámpara arrojándola a la pared con un grito desesperante. Se hace añicos y estos vuelan por todas partes. Me limpio la boca tirando de la palanca y me levanto arrasando con todo lo que encuentro.

Rompo vidrio, reviento las bombillas de luz y simplemente desaforó ese sentimiento que me esta intoxicando. Me obligo a razonar y recordar que tengo que calmarme por ella y apoyo las manos en el lavabo. Respiro hondo tragándome los sollozos y temblorosa lavo mi boca. No puedo dejar que me vean así pero no me importa, yo no puedo seguir así a sabiendas de que puedo perder a mi bebé en cualquier momento y lo que estoy haciendo no me asegura que sobreviva.

Una vez calmada regreso afuera donde acomodo mi cabello castaño frente al espejo. Aliso mi falda de tubo y no puedo evitar derramar una lagrima al ver mi pequeño vientre que ya se está haciendo notar. Cierro mi abrigo con la intención de esconderlo, pero se que ya es cuestión de días para que los demás lo vean.

Fluvia entra afanada y me aclaro la voz volviéndome hacia ella. Se tranquiliza al ver que estoy bien y asiente en silencio.

—Afuera hay una cantidad de paparazzis que no pueden controlarse —informa— tomaremos la puerta trasera para tu comodidad.

—Me parece bien —llevo la mano a mi frente— no quiero tener que responder nada.

—Démonos prisa, el chofer espera —abre la puerta para mi.

Tomo el bolso cerrando mi gabardina negra y ella mira hacia el baño imaginando el desastre que debe estar dentro. No dice nada al respecto, solo me sigue con mi guardia.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora