CAPITULO 48 - UN PAR DE SOMBRAS

1.9K 124 114
                                    

★・・・★・・・★・・・★・・・★・・・★

Un par de sombras

Kaleb

«No, no, no»

El metal obsoleto cae contra la nieve, su puro color blanco se arruina con el rojo espeso de la sangre. Mi cuerpo tiembla asimilando lo que él acaba de hacer, me miro las manos intentando sentir algo, pero no hay nada. Estoy completamente vacío y un aturdimiento me encoje.

—Que hiciste... —murmuro de rodillas en la nieve— ¡QUE ME HICISTE!

Levanto la mirada con cada músculo de mi cara tenso y Constantin, jamás en la vida voy a olvidar su maldita cara, jamás voy a olvidar esa maldita cara que voy aborrecer por todo lo que me quede de vida.

—Devuélvemelo —mi mandíbula se contrae y mi garganta quema— ¡DEVUELMELO CONSTANTIN!

Hago ademán de ponerme de pie y el dolor me dobla mandándome devuelta al suelo. «No, no» la palabra se repite y mis puños impactan contra la nieve gritando. Me ha arrebatado todo lo que conseguí, todo lo que soy. Mi fuerza, mi poder, mi vida.

—Ya está hecho —batalla para articular— jamás lo vas a recuperar.

Veo completamente rojo, la ira se apodera de mi cuerpo y reúne toda la fuerza para levantarme e irme sobre él. Su reacción no llega, ni siquiera intenta detener el impacto de mi mano atravesando su pecho en el instante que arremeto contra mi hermano.

Tiemblo preso de una poderosa ira que me consume y no obtiene satisfacción, aunque haya hecho lo que siempre espere. Mi cara queda a centímetros contra la de mi hermano menor y la sangre gotea sobre la nieve. Contemplando sus ojos pasivos, escupe sangre doblando las rodillas y caigo con él al suelo intentando sostener su cuerpo cuando mi fuerza tampoco es suficiente.

Nuestros ojos no pierden contacto y solo cuando mi mano se cierra sobre su corazón y lo saco de su caja torácica, sus párpados tiemblan derramando una lagrima solitaria y la decepción atraviesa su semblante. Se oscurece revelando todos mis prejuicios y detallo sus facciones, siempre fue tan parecido a nuestro padre.

—Después de todo lograste tu cometido, hermano, pero no me voy sin antes arrastrarte conmigo —murmura imperturbable ante el dolor— muero por tu mano, pero tú te sentencias por la mía, porque Kaleb.... —su mano se cierne sobre el cuello de mi camisa— la muerte no es suficiente castigo para ti.

Mis ojos sufren espasmos y mi cuerpo comienza a reaccionar de una manera desconocida. Un ardor se instala en mis escleróticas y un nudo se forma en mi tórax ante la imagen que muchas noches solo vivió en mi mente como un momento que jamás asimilaría vivir. Él siempre tuvo lo que debió ser mío, la corona era mía, pero nuestro padre se la dio y me obligo a convertirme en un cero a la izquierda.

—Te veo en el infierno hermano. Te estaré esperando cuando mi humillación te amargué tanto que te sientas desesperado por acabar con esa agonía por ti mismo, porque yo no pude odiarte lo suficiente para matarte como tú a mí y a pesar de eso —sonríe, él sonríe de esa maldita manera amable que solo me calcina los nervios— te perdono.

—¡Cállate! —gritó contra su rostro y la visión se me nubla— ¡CALLATE MALDITA SEA CONSTANTIN!

—Te perdonó Kaleb, por lo que nos has hecho.

—¡No! —me aferro a su ropa— ¡No puedes darme tal cosa! ¡No lo permito Constantin! ¡No lo permito!

El cierra los ojos ablandando su cuerpo y se entrega por voluntad a la muerte. En su rostro queda plasmado su esencia tranquila como la brisa del comienzo del invierno y esa sonrisa... se marcha con él y el rey más noble muere en mis manos.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora