Escena extra - ANTONIO

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El caribe pt. 2

Antonio

Si algo he de detestar y no poder ponerle remedio, es al hecho de ser un cero a la izquierda. Nadie me dice nada, ni siquiera ellos. Creen que con sus palabras llenas de mentiras como "todo está bien" me darán la tranquilidad que esperan o me conformare. Grave error.

La edad no define capacidades, puedes ser un adulto y un bueno para nada o tener mi edad y albergar más de lo que debería, los grandes inculcan estándares como lo son "un niño solo debe dedicarse a jugar y ser feliz". Grave error. Escuchan, recuerdan y entienden, lo peor es que jamás lo olvidan, crecen con el amargo recuerdo que con cada año se vuelve más fuerte.

Desde que desperté, supe que este día seria mi primer recuerdo amargo y como deseaba estar equivocado. Los sirvientes del castillo de movían por todas partes y mi padre salió hecho la furia con sus mejores soldados. Gabriel lucia severamente asustado, tanto que no se molestó en ocultarlo y a mí me dejaron custodiado de una enorme guardia, la cual tenía la orden estricta de no dejar a nadie acercárseme.

Espere y espere, porque a mi edad no podía hacer nada...cuantas noches no pedí que el tiempo corriera más rápido para poder crecer y no me di cuenta de lo egoísta que actué. Porque mientras yo pedía adelantar el tiempo, a alguien más se le agotaba.

Cuando los guardias se alejaron de mi puerta, salí haciendo rechinar las vigas. Era una noche lluviosa ¿Por qué todos los panoramas de tragedias tenían que lucir así? Note como me miraron, como absolutamente todo el personal esperaba en el salón junto a las escaleras murmuraban entre ellos con sus ojos estudiándome. Algo me dijo inmediatamente que había pasado algo.

Camine hasta el inicio de esas enormes escaleras y levante mi pie apoyándolo en el primer escalón, por un momento me paralice porque alcance a escuchar el llanto de mi madre, el de las niñeras y entre otras amas de llaves. Nadie me impidió seguir subiendo.

Cuando toque el ultimo escalón, me gire hacia el lado izquierdo donde había un grupo más de personas esperando detrás de la puerta de la habitación de Aron. Entre ese montón, Silva mi nana, la única que tenía más apego a nosotros dos y por lo tanto la que tenía permiso de vestirnos o llevarnos a la cama. Estaba llorando, se separó de los brazos del cocinero cuando me sintió llegar y sus lágrimas tomaron fuerza.

Mi madre emitió un grito desgarrador y corrí hacia la puerta, pero no tuve el valor de abrirla, por el pequeño espacio entre abierto podía ver perfectamente. Más de lo que habría deseado. Lo primero que sentí, fue un frio abrazador que hizo que mi cuerpo comenzara a temblar, mi madre se aferraba a algo o más bien alguien, mi padre estaba arrodillado en el suelo, «jamas lo había visto hacerlo y me seguro que un rey jamás debía hacerlo».

Abrazo a mi desconsolada madre a la que no le importaba quien pudiera escucharla, su perfecto temple se había quebrantado y solo cuando mi padre se puso de pie y se movió, pude ver a lo que Asteria se aferraba, lo que ella abrazaba con tanta fuerza. La mano pálida entonces callo y se balanceo, tan fría y sin vida. Reconocí esa ropa cubierta de lodo, esa camisa color azul cielo con cordones que sujetaban los pantalones cortos de un azul más oscuro y la imagen de Aron muerto me atravesó.

Mi hermano no se movía, su piel era tan blanca y estaba muy sucio y mojado... a él no le gustaba ensuciarse y mucho menos mojarse porque después se resfriaba. Un pequeño sonido rompió el silencio y mi padre volteo en mi dirección, Gabriel salió a la vista mirándome con lastima y de nuevo escuche ese sonido. Era el suelo en el que estaban goteando y no era la lluvia, el agua resbalaba de mis ojos. Mi padre le dijo algo que no escuche y Gabriel me tomo de la mano sacándome de allí.

Si, había deseado que el tiempo fuera más rápido cuando a mí no me afectaba, pero a alguien más, sí. De nuevo le había robado a Aron, le había quitado lo único que le quedaba. Mi pecho se sentía vacío, en mi cabeza ya no lo escuchaba, pero, sobre todo, ya no lo sentía.

Un día antes de que sepultaran su cuerpo, fui hasta el a escondidas de mi nana, abrí las puertas del salón y sobre una mesa yacía su cuerpo. Parecía dormido, como las veces en que iba a verlo en las noches cuando no podía dormir. Me acerque despacio y me grabe sus facciones, aparentemente éramos iguales, pero a la vez tan diferentes. Él era mejor que yo y lo admitía. «tú tienes la fuerza que me hace falta y yo la paciencia de la que careces» dijo una vez y si, él tenía muchas virtudes que yo no. El que debió enfermar era yo, no él, el que debería de estar en esta mesa fría debería ser yo, no él.

Me subí con cuidado y me recosté a lo largo de su cuerpo, después me volteé quedándome de lado y moví mi mano dejándola por derriba de las suyas que descansaban en su abdomen. No había latidos, solo el mío, su corazón que antes iba a mi par se había apagado, de aquel lado no había nada más que silencio y yo cerré los ojos esperando a escuchar algo que jamás llego.

Dejar de respirar se sigue sintiendo doloroso a pesar de no poder morir y a mí el arrebato me lleva a tomar una bocanada de aire, me incorporo con el pecho subiendo y bajando, mis ojos se mueven por toda la habitación, pero sobre todo a mi lado, extiendo la mano y solo hay sabanas desechas, estoy completamente solo en la oscuridad de mi habitación.

Esta se ilumina por un instante gracias al relámpago y encojo las piernas recargándome en la cabecera de la cama, estoy sudando, sigo sintiendo el corazón acelerado. La brisa colándose por la ventana del balcón no es suficiente y por inercia me estiro hacia la mesilla para encender la lámpara.

Al momento en que la luz me ilumina, me quedo con la mano aun en el cordón ya que lo que está debajo de ella me hace estremecer. Desconcertado me levanto de un salto de la cama y me acerco hasta el balcón, pero aun es de madrugada y nadie ronda por allí.

Regreso tomando el collar del diamante que le regale a Monica y mis ojos también captan la nota blanca que quedo bajo el frasco de pastillas que tome con la intención de desconectarme. Rápidamente la tomo y con las pulsaciones al mil, la desdoblo comenzando a leerla.

"Hay un millón de razones por las que debo renunciar a ti y aunque mi corazón no quiera, por fin te devuelvo lo que me acusaste de robar... eres libre Antonio, esto ya no me pertenece. Ahora creo más que nunca que jamás lo hizo.

Dásela a una mujer perfecta a la que, si puedas llegar a querer sin que el orgullo sea un obstáculo, abre una puerta a las oportunidades, así como yo lo hare. A pesar de todo, lo merecemos.

No te quedas solo, te quedas con tu mandato y corona. Te quedas contigo mismo.

Me amaste durante años y te olvidaste de todo ese amor tan fácil reemplazándolo por el odio".

No pienso lo que hago cuando tomo mi teléfono y en el movimiento hago caer la lámpara haciéndola añicos en el suelo. Tecleo su número que se me de memoria y me siento al borde de colapsar, el cuerpo me tiembla y sudo frio mientras al otro lado de la línea solo se escucha timbrar para al final no obtener contestación.

Repito la acción de nuevo moviéndome de un lado al otro y siento la necesidad de arrojar el nudo que se me atasca en la garganta. Marco cuatro, cinco y diez veces sin obtener un alivio hasta que...

—¡Hola, soy Monica!

—¿Linda? —la voz me sale temblorosa con dificultad.

Por el momento no puedo contestar, deja tu mensaje —me salta al contestador automático y aprieto el teléfono después del tono.

—Por favor no te vayas... —paso saliva— regresa. Grítame, repróchame y castígame, pero no te vayas linda...yo te...

Se excede el límite de tiempo y finalmente culmina. Mis hombros recaen y hago lo mismo con mis brazos, no me inmuto cuando mis dedos dejan caer al suelo el teléfono y lo único que puedo escuchar es esa línea telefónica vacía. No importa lo que haya dicho, ella jamás lo va a escuchar.

Le pedí que se alejara de mí y lo hizo ¿pero a qué precio? Si en la decisión renuncio a mí para dejarle entrar a otro y solo así, a la mala me di cuenta que ni todo el enojo y orgullo puede con el hecho de que después de ella no tengo y tendré nada.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora