CAPITULO 40 - RELOJ

2.8K 193 380
                                    

★・・・★・・・★・・・★・・・★・・・★

Reloj

Antonio

Las circunstancias no se prestan para la situación en la que me veo envuelto. Me afano por abandonar el sitio con rapidez mientras me voy limpiando las manos cubiertas de sangre «carajo» el pañuelo es inútil y termino arrojándolo al suelo.

Ya puedo escuchar a Gabriel jodiendo como siempre. Me detengo en seco al escuchar pasos en el siguiente pasillo y rápidamente entro en la habitación vacía más aproximada para que nadie llegue a verme en este estado.

Escucho las voces alejarse y me relajo reparando mi aspecto en el espejo. «estoy todo untado» saco mi teléfono mensajeando a Beniel, quien no tarda mucho en llegar a mi encuentro. Le quito el seguro a la puerta para que pueda pasar y al rubio se le desfigura la cara al verme.

—¿Que te pasó? —coloca el pestillo a su espalda— oh mierda, eso es...

Comienzo a desvestirme, empezando por el saco.

—Quítate la ropa —ordeno continuando con mis gemelos de oro.

—¡¿Que?!

—No voy a repetírtelo otra vez —me desespero.

Se sonroja incrédulo, pero obedece lentamente comenzando a quitarse el saco.

—Oye Antonio, estás muy guapo y así, pero yo no soy esa clase de chico... —balbucea.

—¿Que? —me detengo a penas me quito el cinturón.

—Digo —sacude la cabeza— a mi me gustan las chicas, no tenía idea de que quisieras experimentar con los hombres y me siento muy alagado créeme, pero creo que esto es demasiado. Se que dije que reforzáramos nuestra amistad para que tuviéramos más comunicación, pero no me refería de esta manera...

Arrugo las cejas sin poder creerlo. «¿que carajos está diciendo».

—¡No seas idiota! —me tallo la cara enojado al deducirlo— ¡Quiero que me des tu ropa porque no puedo salir así!

Me señalo con ambas manos.

—Ahhh ¡es por eso! —se lleva la palma al pecho aliviado— joder, yo pensé que...

Mi cara se calienta.

—¡No andes creyendo tonterías!

—¡Es tu culpa! —se escuda— me escribes "ven, te necesito" y apenas entro y lo primero que pides, es que me quite la ropa.

—Solo cállate y date prisa.

Se baja los pantalones y me quito los zapatos tomando su camisa cuando me la cedé de mala gana.

—¿Y porque tengo que darte mi ropa? —se cruza los brazos apenas cayendo en cuenta de que solo lo llame para eso.

—Por qué mi traje está untado de sangre y quiero escapar de aquí, pero si tengo la mala suerte de ser visto...

—¡¿Y pretendes que me ponga eso?! —levanta mi camisa manchada— ¡ni siquiera se de quienes son estos fluidos Antonio!

—Solo me encargué de unos asuntos y ya.

Hace caras de asco y comienza a ponerse mi ropa, me acomodo de nuevo el moño de su esmoquin negro y voy a espejo a detallarme.

—Somos de la misma talla —digo acomodando las solapas— no me equivoqué.

—Antonio, mi madre no puede verme así —se señala — le dará un infarto.

Ajusto mi reloj de oro.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora