CAPITULO 34 - FUERA MASCARAS

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Fuera mascaras

Antonio

Hace mucho solía decir que odiaba los días y añoraba las noches, aunque fueran más largas y solitarias. Ahora me da exactamente igual, porque de todas formas resulta ser lo mismo. Te levantas de la cama sin a ver pegado los ojos en ningún momento y te mueves por inercia, casi como un robot programado para cumplir la misma rutina.

El alcohol se ha hecho mi mejor compañero y lo hago tan parte de mí, que ahora se siente más fácil embriagarse con él. Su sabor me reemplaza el sin sabor que la mayor parte del tiempo tolero y no me quejo.

—¿Estás seguro de esto? —pregunta la mujer con la maquinilla.

—Que si joder —me empino la botella— solo tapa esa mierda y listo.

Con un suspiro vuelve a continuar con la maquinilla atravesando la piel de mi espalda. La siento limpiar el exceso de tinta y continúa tatuando sin sentido y a mí no me importa, solo quiero deshacerme de esas marcas.

Después de un largo rato, culmina cansada. Todos los tatuajes que me he hecho, son por mano de ella.

—Creo que ha quedado bien.

—¿Crees?

—Hice exactamente lo que pediste, lo cubrí.

—Bien —me levanto y tomo mi camisa— entonces está perfecto.

—Espera, tengo que taparlo con un parche o se puede infectar...

—Así déjalo  —saco el dinero que dejo en la misma mesa donde deje mis pertenecías.

—Bueno, al menos te recuerdo los cuidados que debes tener con tu piel ahora sensible...

Antes de que siga, tomo mi saco y salgo del local. Una vez en la acera busco un cigarrillo y lo enciendo avanzando hasta mi auto. Quisiera ignorar al grupo de estúpidos que se encuentran estacionados a un lado, pero es imposible cuando fuman y cuidan mis pasos aproximándose.

—Buen auto viejo —adula y lo ignoro deslizándome en el interior.

Mi humor está descompuesto, más de lo normal que ni siquiera tengo iniciativa para crear un problema. Soy como un búnker flotando sin rumbo y propósito.

La espalda comienza a picarme después del trayecto a State Island y muevo los hombros para relajar la sensación. Desde hace mucho que ordene a mis hombres dejar mi propiedad sin rondar por la vigilancia cuando estoy presente, lo único que deseo es estar solo sin tener que lidiar con compañía.

El único que siempre me espera al llegar es Aslan que como de costumbre se encuentra acostado en el umbral con la cabeza apoyada entre las patas, al verme se levanta animado y lo acaricio en modo de saludo, obediente me sigue por las escaleras hasta mi habitación y como una rutina que antes no percataba, me quedo de pie en la puerta de la primera habitación.

No sé porque sigo esperando escuchar algo cuando nunca jamás lo volveré a hacer. Exhausto sigo mi camino hasta la mía y tan pronto como estoy dentro me deshago de los zapatos y pantalón, el ardor se vuelve más insoportable y deslizo la camisa mirándome al espejo.

—¡Carajo! —maldigo al ver que la tinta del tatuaje comienza a desaparecer para revelar la que ya estaba.

Inspeccionó más de cerca admirando sorprendido como se evapora y queda exactamente igual como en un principio. «no puedo cubrir con nada esas marcas» la cruz, el árbol y las espadas siguen estando allí, intactas.

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