CAPITULO 43 - NIÑAS MALAS

2K 137 169
                                    

★・・・★・・・★・・・★・・・★・・・★

Niñas malas

Navil

Mis manos se aprietan a los costados, ni siquiera sé dónde pude dejar mis llaves, mi cabello es un asco y hoy de entre todos los días, no he querido levantarme de esa cama. Recibo su mensaje que dicta lo inevitable y tomo mi bolso saliendo de mi hogar.

Bajo los escalones con un par de botas cortas, short y una chaqueta demasiado incomoda, él tiene el gesto de abrir la puerta primero por mí y busca en mi rostro alguna respuesta o saludo común, pero simplemente me limito a darle una sonrisa a labios serrados que no se asemeja a la que siempre recibe por mi parte. Sé que no debería estar aquí, que tiene más cosas importantes de las cual ocuparse, pero no sabe cuál agradecida estoy internamente.

Conduce en silencio trasmitiéndome calma, me lo prometió, pensé que no lo haría, pero al final aquí esta. Antonio, de entre todos los hombres, el único que considero mi más grande amigo, porque irónicamente, es con quien más pude congeniar a pesar de que eso parezca desafiar las leyes que su temple gélido se encarga de hacerte pensar que no quiere a nadie cerca.

Lo observo unos minutos en los que el también parece estar sumido en lo suyo, sus propios problemas que tienen nombre y apellido. Él no es mucho de decirme lo que siente o piensa, pero basta poner demasiada atención a sus comentarios para deducirlo. En especial cuando esta ebrio y la prudencia le falla. Lo siento tan distraído como para hacerle platica y si soy honesta, tampoco sé que decirle. Simplemente guardo silencio, mi pobre alma está apagada.

No me opuse cuando se ofreció a ayudarme con esto, tiene contactos por doquier y la clínica que pisamos justo ahora, jamás la había visto. Apenas entramos cuando mis fosas nasales ya memorizan ese horrible olor que caracteriza a este tipo de sitios.

Una mujer de ropas blancas nos dirige a una sala en silencio, Antonio me sigue a mi espalda y estoy a punto de decirle que no es necesario, pero su mirada me lo dice todo. Si él es visto por alguien conmigo aquí, despertará un rumor que le traerá escándalos y problemas.

Nos hacen esperar en una sala privada, él se deja caer en el mueble con normalidad, mientras a mí se me revuelve el estómago «no lo pensé antes» yo no quiero que su reputación se manche por culpa mía ¿Qué van a decir? Sé que son mentiras, pero...

—Deja de creer que me importa en lo más mínimo —dice mirándome fijamente a los ojos— porque no lo hace, jamás he vivido de lo que otros puedan decir de mí.

—Te va a importar cuando se diga que me has traído para sacarme a algún bastardo tuyo —me siento lentamente con las manos entre mis rodillas— que tu puta, no se supo cuidar.

—Nadie dirá eso —me tranquiliza— si lo hacen...

—No lo considere antes —insisto— lo lamento.

Mi pierna derecha se comienza a mover constantemente mientras fijo la vista en la mesilla entre nosotros, la cual alberga una insólita planta sin gracia. El sonido de la manecilla del reloj me sume y me imagino cuantas mujeres no debieron sentarse en este mismo sitio, en esta fría y sola habitación sin ventanas y nada.

El sabor metálico en mi lengua me aviva y tengo que soltar mi labio de entre mis dientes. Antonio me observa fijamente y me encojo en mi asiento. Soy un asco, como persona y como todo termino de existencia que pueda representarme, me abrazo a mí misma y parpadeo quitando ese ardor. Tengo tantos nudos en el cabello y mis dedos no son suficientes para darme un mejor aspecto.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora