CAPITULO 17 - REFLEXION

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Reflexión

Antonio

El sol nunca es algo común por estas tierra que se ven resguardadas por los cielos nublados y las nubes espesas que bloquean los rayos solares.

Lo prefiero así, los ojos no queman y la cabeza tampoco late. Hoy, es un día en el que el clima ha hecho tregua y el aire no está frío como la brisa del próximo otoño.

Silva se arrodilla ante mi y ata las correas de mis zapatos mientras yo no dejo de ver la ventana a la espera. Me han enseñado que el afán es malo, un error que daña nuestro temple y carácter indescifrable.

¿Pero como puedo dejarme de sentir así?  Por dentro quiero saltar y salir corriendo de mi habitación, pero tengo que esperar.

—Por favor, no más saltamontes Antonio —me pide Silva cuando termina con ambos zapatos— ellos viven afuera y tu habitación está llena de ellos ¿sabes cuantos tuvimos que cazar la otra noche?

—No más —repito a sabiendas que no voy a dejar de tráelos, disfruto dejárselos a Gabriel para que por las noches no pueda dormir con el ruido que hacen.

—Muy bien —sonríe.

Me pongo de pie alisando mis shorts de vestir mientras otra de las sirvientas comienza a tender mi cama. Todas traen cosas de aquí para allá, odio este día, no me gusta el ruido y mucho menos estar rodeado de personal, sin embargo hay alguien quien si lo disfruta.

La puerta se abre y Gabriel entra con otra sirvienta quien en una bandeja de oro, deja una copa de sangre para mi. El consejero de mi padre pide a todos que salgan de mis aposentos y tomo asiento frente a la mesilla.

—No hace falta que te recuerde la situación —reitera— te pido que seas... —lo miro de mala gana— flexible...

—Eso es un eufemismo para no decir hostil —tomó la tomo con mis dos manos, tengo hambre.

—Es el cumpleaños de tu madre —enarca una ceja— un poco de afecto por tu parte no le viene mal.

—Hmm —pruebo la sangre que sigue tibia.

La devoro toda con Gabriel tecleando en su teléfono, ese aparato que se ha convertido parte de él y en ocasiones no le cuesta nada admitir su comodidad con el avance de la tecnología.

Me limpio las comisuras de mi boca con una servilleta y camino hasta el cajón donde guarde el regalo que me están obligando a dar. Gabriel se aclara la voz y me invita a ir por delante de él.

Abre la puerta y respiro hondo para prepararme a lo que viene y es Asteria Barcsay. Es más que definitivo que no se encuentra en sus aposentos con mi padre, por ello me encamino a la habitación de Aron.

Vuelvo a revisar el regalo que sujeto en mi pequeño bolsillo y Gabriel me abre esta otra puerta. El moño en mi cuello me pica y tiro de él una última vez antes de entrar.

La atención de mi madre y padre se centra en mi, mientras mi hermano yace sentado a la orilla de la cama con un conjunto igual al mío pero su saco es color azul marino mientras que el mío es negro.

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