CAPITULO 27 - DUELO

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Duelo

Antonio

Se dice que solo en las profundas oscuridades de las tinieblas es donde se encuentra el gélido frio que te escuece los huesos y te quema la piel. Su baja temperatura te atraviesa y causa temblores que se vuelven dolorosos. Solo es allí donde lo recientes y experimentas la agonía de morir lentamente congelado, aunque tu corazón nunca va a detenerse.

El de los humanos lo hace y le da fin a la tortura. El de un vampiro se cura y vuelve a curar creando una cadena interminable sin descanso. En el caso de los niveles inferiores, puedes matarlos si les arrancas órganos vitales como el corazón y el cerebro para evitar que sanen rápido, en el mío no.

No sé en qué consista o qué clase de magia posean las fuerzas del destino, pero las heridas provocadas entre sangre puras. No sanan con facilidad y si uno de ellos te arranca el corazón, te mata. Hasta ahora sigue habiendo muchos secretos y no he podido darle un buen significado a todo eso, pero hasta el momento considero que debo protegerme de algo y soy yo.

Realmente en el peor lugar en el que puedes quedarte atrapado, es dentro de tu cabeza porque esta se desquita proyectándote cosas que no quieres ver o escuchar. La mía me juega sucio cuando le da la gana o me encuentro en el peor momento, pero esto... no se asemeja a nada que me haya hecho antes.

Como ya lo dije, aun y cuando sé que esto no es real. Tengo un maldito frio que provoca la tensión de mis músculos. La nieve nunca me ha molestado, pero ahora siento que hasta la detesto mientras intento abrirme paso entre esta caminando.

Ni siquiera sé a dónde me dirijo. No tengo un rumbo, mis pies se mueven por inercia y este bosque me trae recuerdos, aunque no sé de donde exactamente, he visto muchos de ellos y la lista es muy grande para catalogarlo ahora mismo. Las ramas están secas y no son nada más que troncos casi al borde de romperse.

Los copos de nieve se abultan en mis pestañas cuando elevo la mirada al cielo blanco sin saber qué hacer. No se me ocurre nada y sin embargo continúo caminado. Ensombrecido por el inexplicable trance, mis piernas dejan de moverse y mi vista parece volver a enfocarse después de no ver... «nada».

Mi atención viaja por las largas raíces sobresalidas de la nieve hasta subir por el enorme tronco de un árbol inmenso y seco. Cada una de sus ramas con pedazos de cuerdas viejas colgando. Es tan grande como ningún otro que haya visto, el aire frio sacude mi cabello y detrás de él, se escucha una leve respiración tranquila y casi imperceptible.

Achico los ojos inspeccionando y largos mechones blancos se agitan con el aire confundiéndose con la nieve. Como si fueran de una persona que se esconde, pero la brisa la traiciona.

—Sal —demando.

No me responde, pero la escucho moverse y recoger su cabello.

—Te he dicho que...

—Nacieron dos, uno vivió y el otro murió —murmura con una voz cantarina— nacieron dos, uno se elevó y el otro se hundió. Nacieron dos, uno la flama y el otro la calma.

—¿Qué?

Del árbol en su escondite, una mano se muestra como si fuera una araña imitando sus movimientos y las garras negras rasgan la corteza. Es vieja y me apunta con ella.

—Esto ya sucedió una vez hace miles y miles de años —susurra— tantos que ya nadie lo recuerda. Nacieron dos y el mundo se condenó. Cada que los seres de la noche se mezclan traen una nueva tragedia, pero cuando hacen dos... es una catástrofe. Algo que es de temerse y se dice que cuando eso sucede... es porque una nueva era de desgracias nace con ellos.

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