CAPITULO 24 - PARIS

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Paris - 🇫🇷

Monica

Cuando tú quieres lograr algo y resulte como quieres, tienes que hacerlo tú mismo. Hay muchas cosas que me ataban a Nueva York y ahora que he dejado la mayoría estables, me abrí la oportunidad de encargarme de las más importantes por mi cuenta.

Una vez mi padre me dijo que entre sangre puras nos conocemos y no es difícil intuir o darse cuenta de que el hombre que tiene mi sangre, quiere que me acerque yo misma. La búsqueda la profundice en su momento en el continente cuando estuve en Rumania.

Con mi regreso tuve que dejarla en paz y enfocarme en lo que era primero. Sin embargo mi gente no lo hizo. Beltrán es quien los dirige por mi y sus esfuerzos dieron resultado porque obtuvimos lo que queríamos, la certeza de que no me equivocaba.

Mi madre me dejó instrucciones necesarias más la que Fluvia me encomendó. Tenemos un patrimonio rico en posesiones y por todo lo largo del mundo nos pertenece algo. Kaleb sigue haciendo uso de su parte en la que yo no puedo disponer. De alguna manera se las arreglo para mantenerse oculto y no levantar sospechas.

Me enteré que quedó en la ruina años atrás cuando Constantin lo despojó de esa riqueza, sin embargo sigue teniendo influencias por algún medio que desconozco. Paris se volvió su escondite preferido y digo escondite porque vaya que fue demasiado difícil sacarlo de su alcantarilla.

Antes podía moverse con facilidad, Antonio vivía en la mentira que había muerto aquel día por la mano de Circe al igual que los demás. Le complique las cosas con mi llegada y lo acorrale como rata en medio de trampas que espere a que pisara.

Mis influencias lo tienen moviéndose sin parar, permanecer en el mismo sitio es peligroso para él y yo todo lo que necesito es un indicio por donde comenzar.

Me aseguro de llevar todo lo necesario en mi maleta de mano y la cierro colocándome la gorra con mi sudadera negra. Afuera es de noche y a esta hora Fluvia debe de estar dormida.

Con mis zapatillas deportivas me escabullo por las escaleras bajando lo más despacio posible para que mi consejera no me escuche ya que haré este viaje por mi misma sin exponer a nadie y mi cargamento solo se basa en absolutamente lo primordial.

Cuando creo que ya lo he logrado, el ladrido de Persefone me desestabiliza dejándome quieta. Me giro lentamente bajándome la capucha y llevo el dedo a mis labios pidiéndole que calle.

Es una necia de primera porque no me ayuda, al contrario se me acerca olfateándome y me gruñe como si supiera lo que estoy por hacer.

—¡Basta! —musitó con la garganta contraída— ahora no es hora de jugar.

Continúa olfateándome y en cierto modo me recuerda a Aslan que era igual cuando yo intentaba escapar de la casa de Antonio, cosa que nunca logré porque ladraba. No me queda más remedio que sacar la hamburguesa que llevo en la maleta ya que la eché con la intención de comérmela en el camino y se la dejo en el piso, automáticamente me olvida yendo por ella.

—Espero te haga daño —le reclamo dolida viendo como se come mi cena— y te duela el estómago, disfrútala traicionera. Al cabo que yo ni la quería de verdad.

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