CAPITULO 46

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La noche más larga

Monica

En un cerrar de ojos el destello rubio cambia de rumbo en el camino poniéndome trabas para despistarme o retrasarme y la lluvia se detiene, mi visión me permite ver en medio de la oscuridad ya qué hay muchas lámparas descompuestas y el sonido de su acelerado corazón junto con su olor, es más que suficiente para saber dónde está.

Dylan es bastante ágil saltando y corriendo, pero no estoy dispuesta a rendirme y por ello, salto la barda del callejón cuando él ya ha trepado a una nueva azotea.

—¡Si al menos tienes algo de memoria por los viejos tiempos, detente! —exclamó frenándome en seco, no quiero alargar una persecución en la que metros atrás, pude alcanzarlo sin problemas y acabar con esto— ¡al menos por eso, porque yo si tengo la decencia de recordarlos!

Lo veo detenerse y dudar de eso. Mentiría si dijera que no me duele, que es duro darme cuenta que llegamos a ser dos completos desconocidos cuando en el pasado fuimos amigos, colegas y estuvimos juntos en tantos momentos.

Jeyssel, Dylan, Marcos y Kya. Los cinco éramos tan unidos y todos esos recuerdos se desmoronaron, hasta en ocasiones pienso que no fueron reales, que ellos solo fueron una cruel ilusión en mi vida y que jamás tendremos oportunidad de cruzarnos palabras o yo verles de nuevo de frente, porque si, a la mala tuve que olvidarme de ellos, de romper conexiones y contacto.

—¡Duele joder! —me deshago— ¡Duele una mierda saber que jamás podremos volver atrás!, pero no es mi culpa Dylan, ¡No lo es!

Aun dándome la espalda, sus manos se abren y sus hombros se elevan.

—¡Yo no lo elegí! —me apunto a mí misma— ¿entiendes?, ¡pero no tuve elección y supongo que tú tampoco!, y pese a todas esas mierdas que dividen nuestros mundos ¡las estoy haciendo de lado! Así que... ¡no seas un maldito cobarde y ten el valor de darme la cara!

Toda la presión es agobiante y el que mi cuerpo tiemble me grita que en cualquier momento puede detonar e imploro que ese momento jamás llegue, porque no quiero volver a verme en el suelo, no quiero volver a sentirme miserable. Por el contrario, trago grueso y me muerdo la lengua si es necesario, pero nunca más voy a topar fondo de nuevo.

—¡Maldita sea Dylan! —gritó con más fuerza rasgando mis encías cuando mis colmillos se alargan — ¡veme a la cara porque también fui tu amiga! —acompasó mi respiración alterada— Jeyssel también es mi mejor amigo como el tuyo y me estoy volviendo loca no saber nada de él. Lo necesito, necesito saber que está bien o voy a...

Mi cabello húmedo cae en mi rostro y apuñalo los párpados golpeando el contenedor de basura. Tiro de los mechones buscando tranquilizarme porque soy un tornado de frustración e ira y lentamente él se gira con las cejas decaídas.

Su manzana de Adán se mueve cuando pasa saliva y humecta sus labios parpadeando varias veces. Respira hondo debatiendo y me encara, entreabre los labios tomando una bocanada de aire y después de tanto tiempo, nos vemos fijamente notando esas diferencias como nunca antes, haciendo presentes nuestras realidades que no elegimos, pero nacimos en ellas y llegó el momento de pronunciarlas.

—Harlem Upper 36 —musita y parpadeo relajándome— no deberías ir... —hace una pausa con duda— no te aseguro que el dueño te permita siquiera pisar el umbral de su puerta sin que te dispare.

Memorizo la dirección ubicando el barrio en Manhattan.

—Suerte, Clare —sin responderle, se marcha con la misma velocidad y en segundos, dejó de escuchar el sonido de su corazón y presenciar su olor.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora