Epílogo

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Dylan:

Mientras Astrid se encarga de sacar sus tubérculos favoritos, detrás de ella está su hermano pequeño con una pala el cual lo usa para aplanar la tierra.

Observo la situación de forma silenciosa para no atraer la atención de mi esposa la cual sale de inmediato al jardín para ir a buscar a los niños. Grecia gira su cabeza y me lanza aquella mirada que suele decir muchas cosas a la vez.

—¿Te convenció? —pregunta Grecia con una ceja elevada. Se refiere a Persie, ella pidió sembrar cosas en el jardín.

—Si. —Levanto mi pulgar, pero ella aún tiene una expresión de enojo.

Suelta un largo resoplido.

—Pensé que era una broma esto de hacer aquello —dice señalando, sin embargo, deja de hacer esa señal y su rostro cambia a una sonrisa delicada cuando Persie se acerca.

Grecia aparta el cabello que está pegado a causado del sudor en la frente de nuestra hija, me sorprende ver como levanta una botella de agua ya que me imagine sus manos vacías.

—Papá —señala a su hermano el cual está sentado en la montaña de tierra que formaron.

Me acerco a él en silencio para no incomodar: tiene los brazos caídos y la mirada fija en el tubérculo que ha sacado Perséfone. Está tan tranquilo observando cada detalle, sin embargo, cuando me ve dibuja una leve sonrisa.

—Mamá —llama a Grecia negándose a que lo cargue.

Ella viene a buscarlo y me susurra: se hizo.

—Mira papá —dice Persie mostrando lo que saco. —¿Tú crees que esto pueda llevarlo para mi proyecto final?

Los ojos le brillan cuando asiento.

—Debo mostrárselo a Nía —esboza una sonrisa. —¿Vendrán a casa pronto?

—Claro que sí.

Persie pone las rodillas en la tierra y coloca semillas en los huecos que ha hecho, le ayudo a cerrar con la pala que ha dejado su hermano. Cuando concluye levanta los brazos.

—Papá —dice bostezando y va apoyándose en mi hombro para recostar su cabeza.

Subo las escaleras, Grecia sale de manera cuidadosa, se muestra sorprendida al notar que ya está dormida.

—Debo levantarla —dice haciendo una mueca de pena.

Dejo a mi hija en cama mientras salgo de su habitación, Grecia parece entrar en debate si despertar o no a Perséfone.

Volteo y me sorprende ver la puerta abierta de ese pequeño travieso, él nos mira a ambos en silencio mientras su mano está estirada para sostener la manija, sus piernas están elevadas, pero cuando deja de sostener se asegura de no hacer tanto ruido.

Solo yo estoy mirándolo y Grecia aun mira a Persie.

Él se acerca de forma sigilosa, sostiene la mirada conmigo cuando va acercándose a su madre.

—Mami —dice con una voz baja dándose cuenta de que su hermana duerme.

Ella lo levanta enseguida.

—Pensé que estarías dormido —comenta acariciando su mejilla, él sonríe cuando su mamá le da un suave toque, se acerca con lentitud poniendo la cabeza en el pecho de Grecia. Sus ojos brillan a causa del bostezo.

Se pasea con el nene en brazos para lograr que duerma y lo logra, solo que cuando ella voltea para verme hace una mueca de dolor y susurra: cárgalo.

Meine Rettung  [H.R.M.A. |+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora