GRECIA Y DYLAN

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Grecia:

A los nueve años mi madre fue a recogerme con la simple excusa de que no era feliz con mis abuelos y que ella podía darme una mejor vida.

Me preguntarán si acepte, pues si lo hice, porque pensé en la idea de que mi madre estaría conmigo y pasaría más tiempo con ella. 

Cuando cumplí diez años, tenía una presentación del día de la madre, esperé en la puerta con mi vestido largo y blanco; la cual me hacía sentir como una princesa. Un nudo se me hizo en la garganta al no verla venir, fue decepcionante. Entrar al salón el cual estaba repleta de madres era aún peor. 

No me dijo absolutamente nada, tomé el valor de preguntarle por qué no fue y solo me dijo que lo había olvidado, me sentí devastada ante esa respuesta. Corrí a mi habitación y me encerré para poder llorar tranquila.

Empecé a recordar cuando solía vivir con mis abuelos, ellos se enojaban consigo mismo si no llegaban a la hora correcta a veces y llegaban más antes que todos para escoger el mejor asiento, para poder verme.

Cuando vi la primera pelea de muchas, observé a mi madre derrumbarse y llorar.  Atino a decir que nos iríamos a otro lugar, pero volví a sentir decepción. 

Siendo tan solo una pequeña entendí muchas cosas, una de ellas era que no quería humillarme ante nadie. 

Mi madre comenzó a hablar con su marido sin que él pidiese disculpas por haberla humillado delante de muchas personas, ella se aferro a ese amor enfermizo y unilateral. 

Entendí que esa figura de súper heroína que yo planteaba de mi madre era totalmente distinto a lo que ella era en realidad. 

Los malos comentarios que salieron de la boca de su marido, me hicieron motivarme a no dejarme derrumbar y caer en desgracia como él quería que saliera, 

"Acabará como mi hija"

"Embarazada y sin dinero"

Tener veintisiete años y seguir viviendo con tu madre, es catastrófico. Ni siquiera podía darme el lujo de costear la renta de un departamento, porque mis ahorros desaparecían como mis ganas de vivir.  

Dylan:

Suspire al ver los montones de papeles que llenan mi escritorio. 

Mi madre me trae un vaso de jugo y lo deja sobre la mesa, deposita un beso en mi frente y me agarra del mentón para mirarme directamente.

Sale de la oficina furiosa y empieza a discutir con papa.

Sé que mi madre se encuentra molesta al ver los moretones que acompañan a mi rostro, al ser el hijo mayor debo asumir el mando de la familia y es algo que nunca me preguntaron. Solo sé que es parte de crecer y ser un adulto. 

Tenía trece cuando me enfrente a los primeros golpes. Mi padre fracasó en algunas cosas que hizo y eso me perjudicó. Amanecí en un hospital con muchos golpes y algunos huesos rotos, me llamo cobarde, por quejarme de dolor. 

"Cobarde" 

Octavio Roquer, tenía que ser el cobarde que recibiera los golpes. No yo.

Dejaron una gran cicatriz en mi espalda, me avergoncé por eso y acabe tatuando mi espalda a los diecisiete años. 

Adler me protegió cuando quisieron volver a secuestrarme, pero esta vez con la intención de matarme. Casi matan a Adler por la culpa de mi papá. 

Fracasar y fracasar, es lo que se le da bien a Octavio Roquer. 

Los malditos internados militares, no hacían más que implementar mi odio y usarlo como fortaleza en las peleas. Una etapa llena de cosas dolorosas y absurdas. 

Me sentía al borde con las cosas que me rodeaba como: el sexo, alcohol y las drogas, sentía que llegaba a mi punto de declive, sonreía para aminorar las cosa y ocultarlas. 

Empecé a mentir sobre las cosas que hacía porque llegó al punto en el que controlaba mi vida. 

Al asumir el liderazgo en la empresa, todo se tornó más tranquilo. Aunque las mentiras que creaba con facilidad, nunca se fueron.

***

Edité un poco y cambié el título del capítulo. 

***

¡¡¡Bienvenidos a los nuevos lectores de "Meine Rettung"!!!



Meine Rettung  [H.R.M.A. |+21]Where stories live. Discover now