☆ ᴄᴀᴛᴏʀᴄᴇ

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La hora del almuerzo había llegado y consigo, un gran descanso para el grupo de amigos

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La hora del almuerzo había llegado y consigo, un gran descanso para el grupo de amigos.

Jisung estaba felizmente comiendo su arroz con verduras y carne. Félix estaba mirando algunos videos de Tik Tok, puesto que él era quién más rápido comía, y como había cabado, lo único que le quedó fue concentrarse en su celular. Y Jeongin. No podia ni dar dos bocados sin ponerse un poco incómodo ya que había alguien a tan solo una mesa de distancia que lo miraba sin pestañear.

Lo único que odiaba de las personas era su falta de educación, ¿Acaso aquel chico rubio de pelo largo no sabe que mirar así a otra persona es de maleducado, o peor aún, de acosador?

Hay muchas otras cosas que le desagradaba de la gente... o más bien le desagradaba la gente. Claro, su hermano, su madre, Jisung y Yuri noona, estaban fuera de la lista. A dentro estaban: sus tios, su padre, sus abuelitos paternos. Los vecinos de la casa de enfrente –la familia Han no era, claro que no–. La profesora de matemática y lengua, y justo ahora se acababa de agregar a la lista el grupo de amigos de Lee Minho.

Y sobre todo, a aquel rubio oxigenado que no lo paraba de mirar.

Todo comenzó teniendo el pasillo de la escuela vacío y Jeongin estaba caminando con una sonrisa en su rostro: solo guardaba unos libros en su casillero y luego se iría a casa. Estaba muy contento porque esa misma noche, Jisung iría y harían una pijamada, y la película que verían había sido estrenada hace poco.

Pero su felicidad no duró ni dos minutos, ya que, un rubio de cabello largo, no tan corpulento como sus amigos pero si alto, se cruzó en su camino. Ambos chocaron y la bebida que llevaba el rubio mal teñido –apodo que le dió Jeongin–, se derramó encima de su camiseta favorita. Y lo peor fue lo descortés que fuel el chico. En vez de pedir perdón por no mirar por donde camina, lo culpó de haberle hecho caer la bebida.

Por eso ahora, Hwang Hyunjin, ocupa el puesto número uno de gente odiosa e idiota.

¿Pero por qué lo miraba como si estuviese arrepentido?

Jeongin se atrevió a mirarlo, quizás así dejaba de incomodarlo. Pero no, Hyunjin siguió con sus ojos sobre él, esta vez con una sonrisa de lado.

—¿Qué pasa, Innie? No has terminado de comer —pregunta Jisung, con un tono de preocupación en su voz—. ¿Te sientes mal? A veces me duele la pancita... pero es porque comí dulces, muuuchos, ¿has comido dulces y no has convidado, traidor? —inquirió, entrecerrando sus ojos.

—Atrapado —canturreó Félix—. Aunque, mamá le prohibió comer dulces hasta la semana que viene. Es un glotón —atacó.

Sin embargo, no recibió alguna defensa de parte de su hermano. Sip, así es como ellos juegan.

A Jisung le divertía la idea de tener un hermano para pelear sin pelear. Por eso amaba la relación de Felix y Jeongin. Ellos eran sus hermanos ahora, ya que veía muy difícil la idea de tener uno de sangre propia.

Papá se fue al cielo, pensó. Agachó su cabecita, con un notorio puchero, pero la alzó enseguida con una sonrisa. Sus pensamientos no deberían amargarle el día.

Estaba precioso. El sol iluminaba con todo su brillo, a pesar de que fuese invierno. Amaba estos días, le gustaba salir mucho al parque con su madre o sus amigos. Abrió la boca para decir algo, para armar un plan de salida esta tarde, pero una persona se metió en su campo visual, y en su mente, los planes que lo mantendrían ocupado.

Lee Minho entró sosteniendo su bandeja de comida y pasó por al lado sin decirle nada, sin mirarlo. Jisung lo siguió con la vista y lo vió sentarse a tan solo una mesa de distancia. Y lo podía ver bien, claro, si quería quedarse con su espalda en forma de resorte, así que volvió a su postura derecha y más cómoda. Encontrándose con las miradas y sonrisas de sus amigos.

—¿Qué paso? —preguntó Félix—. ¿Por qué lo mirás como si lo extrañaras? No lo hagas, Jisunggie. No se extraña a personas como él.

—No lo hago, Lixie... simplemente... lo miré —respondió con indiferencia, llevándose su juguito de manzana a la boca.

—Lo que tu digas, mejillotas sonrojadas porque Lee Minho entró —canturreó en un tono bajo.

—¡Félix! —las mejillas de Jisung se colorearon mucho más y llevó sus manos para calmar el calor, sabiendo que eso no bastaria—. ¡Oh! —hizo un ademán, recordando algo que su madre de le compró—. Mamá me regaló otro labial de brillitos, mira —formó un piquito con sus labios, tratando de mostrar el producto.

—Sung, no tienes el labial, ¡la comida te lo robó! —los tres rieron.

Jisung buscó en sus bolsillos hondos y lo encontró. Colocó un poco en sus labios y lo esparció correctamente para formar el piquito nuevamente en dirección de Félix, mostrándole lo brilloso que era y sobre todo, su sabor a sandia. Aunque el olor no era muy fuerte, así que debía prestarles para que ambos disfruten el magnífico sabor a sandia, que por cierto era su favorito.

—¡Es tan hermoso! —Jeongin iba a decir otra cosa, pero la repentina aparición de un pelinegro le sacó todas las palabras de la boca.

Tomó a Jisung del brazo y lo arrastró consigo fuera de la cafetería. Entraron a un salón vacío, debido a las reglas. Nadie debe estar dentro mientras estén en receso.

Lo dejó sobre la pared y colocó sus brazos a la altura de la cabeza contraria, dejándolo sin escapatoria.

—Ni se te ocurra volver a mostrar tus labios así —espetó Minho.

—Ni se te ocurra volver a mostrar tus labios así —espetó Minho

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━ 𝐼𝑛𝑓𝑎𝑛𝑡𝑖𝑙 ⟩⟩ 𝑀𝑖𝑛𝑆𝑢𝑛𝑔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora