☆ ᴄᴜᴀʀᴇɴᴛᴀ

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La hora de la siesta llegó en un abrir y cerrar de ojos

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La hora de la siesta llegó en un abrir y cerrar de ojos. Eran las tres de la tarde, y supuestamente, tendría que estar haciendo el trabajo para quitárselo de encima, pero los constantes bostezos de Jisung lo desconcentraban. Claro que ya estaba desconcentrado, pero si le ponía esa excusa, sonaba mejor.

Sus ojos estaban puestos sobre el pastel que estaba en una esquina de la mesada, quería al menos un trozo, pero estaba tan lleno por los dulces que ni siquiera almorzó. Jisung aún no sabía nada del paquete de las golosinas en su mochila, pensó que se daría cuenta por el peso, pero no. Y cuando fue a buscar algo con el que seguir el trabajo, solo fue por su computadora y una libreta a su habitación.

No hubo abrazo lleno de felicidad por unas simples golosinas, y el hecho de no estar para cuando lo viera, lo desanimaba un poco. Cuyo pensamiento y sentimiento no admitiría.

Además, el hecho de que quería verlo sonriente y saltando como lo hace cuando está feliz, logró que un cierto escalofrío recorra su cuerpo.

Sin embargo, todo aquello era reemplazado por la gracia que le daba ver a Jisung con sueño. Ya no es ese niño con energía, sus ojos están rojos por el cansancio, lo que indica que debe ir a dormir, pero el tonto prefiere seguir haciendo la tarea. Y ahora que lo pensaba, no sería tan mala idea ir a dormir, al menos un rato.

—¿Quieres parar un poco? Llevas escribiendo en esa computadora hace una hora, el ruidito me esta aturdiendo.

Jisung lo miró para fruncir su ceño, luego desvío la mirada hacia la hoja que supuestamente debe estar escrita con las respuestas lo más desplayado posible, pero estaba en blanco.

—No —exclamó—. Debería hacer lo mismo.

Minho bajó el bolígrafo y recostó su cabeza sobre sus brazos, quería ver el rostro de Jisung, pero la computadora se lo impedía, aún así, no se levanto.

—¿Puedo dormir al menos un rato? Tú también deberías, tienes los ojos rojos.

El rubio apagó la computadora y la apartó, posando sus ojos sobre Minho, quien tenía sus orbes cerrados. Quería ir a su lado y acariciar su rostro, al menos su suave cabello, pero no aguantaría la vergüenza cuando por fin el pelinegro lo mirara a los ojos. Odiaba no poder controlar lo que Minho producía en él.

—Iré a dormir en mi cama, tú te quedas en el sofa —sentenció, haciendo énfasis en alguna que otra palabra para que entendiera bien.

El menor desapareció de la cocina, dirigiéndose rápidamente hacia su cuarto. Minho, quién se quedó con sus ojos totalmente abiertos, soprendido por lo cortante que estaba siendo, no habia usado diminutivos ni nada por el estilo. Pensó seriamente si la causante era la chica que dejó su número en la chaqueta, o si solo era el sueño.

No acató la órden, así que se dirigió a la escalera para subirla lentamente sin hacer ruido. Se instaló delante de la puerta de la habitación, riendo una vez más por las letras que anunciaban el nombre de Jisung, llena de brillos. Abrió despacio, notando como una cabellera rubia estaba en un rincón de la cama. Entró y cerró la puerta, llamando por completo la atención del menor, quien rápidamente se limpió sus lágrimas.

—¿Qué hace aquí? Le dije que...

Minho se acercó a la cama y sin permiso, se metió debajo de las mantas.

—Se lo que dijiste, y como verás, me importa un bledo. Aquí es más cómodo.

Jisung no se giró y se acomodó mejor dándole la espalda, esperando a que si decía algo más, su voz no sonara tan rota. Pero eso no fue lo que le sorprendió, sino el hecho de que Minho se acercó aún más a su cuerpo, al punto en el que no solo la respiración chocaba contra su cuello, sino su nariz.

—¿Por qué lloras? —preguntó en un susurro—. ¿Aún sigues mal por lo de esa chica...?

—Minho hyung, no es el centro del mundo, puedo llorar por otra cosa.

—Sé que no soy el centro del mundo, niño, pero es lo único que se me ocurre en este momento. ¿Por qué llorar si no es por eso?

Jisung no contestó, ya que un sollozo lo interrumpió. Minho abrió de nuevo sus ojos, un poco asustado, no quería que algún ataque de pánico, ansiedad o cualquier ataque se esté produciendo en su mente o en donde sea. Sentía como su cuerpo temblaba levemente, no sabía si era por el frío u otra cosa, así que se acercó por completo, abrazándolo.

—Me duele mucho la pancita —largó otro sollozo.

—Ay, Jisung... —largó todo el aire que no supo que estaba contieniendo.

—Y... y... mamá dice que a-alguien que te quiere.... debe hacerte c-caricias en la pancita, porque con a-amor se pasa más rápido. Pe-pero mamá no esta aquí, y Minho hyung no me quiere.

Los sollozos inundaron la habitación. Minho se quedó procesando las palabras anteriores, que sin duda lograron que su corazón se detenga. No lo pensó, ni mucho menos pidió permiso: levantó levemente la sudadera que llevaba puesto junto a la camiseta e introdujo su mano para dejar caricias, solo esperaba que fuese suficiente para que el dolor se vaya.

Luego de unos minutos, el llanto se apaciguó junto a los temblores. Minho noto como la respiración del menor se volvió tranquila y pausada, se había dormido.

Al notar ésto, paró las caricias, pero no sacó su mano de allí. Acercó su boca para dejar un pequeño beso en su nuca y luego pasó su brazo restante por debajo de la cabeza del rubio, como una almohada.

Cerró sus ojos, sabiendo que volvería dormir en paz.

Cerró sus ojos, sabiendo que volvería dormir en paz

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━ 𝐼𝑛𝑓𝑎𝑛𝑡𝑖𝑙 ⟩⟩ 𝑀𝑖𝑛𝑆𝑢𝑛𝑔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora